miércoles, 19 de mayo de 2010

Queremos que pase el temblor.



Recuerdo que yo escribía Los gusanosaurios, una serie cómica para pre púberes que contaba las aventuras de tres tontos que formaban una banda musical y tocaban covers rockeros en español. Fondo musical de este recuerdo, Mi novia tiene bíceps.

Recuerdo luego una mujer maravillosa, más blanca que un fogonazo, pidiéndome que le ponga una canción con la cual le provocaba desvestirse bailando. Fondo musical: Zoom.

Recuerdo un comercial muy bueno anunciando que volvía la banda que no se había ido nunca. Suena detrás: De música ligera.

Recuerdo a un amigo muy querido, en una borrachera –inusual en mí- contándome los engaños de una mujer a la cual yo ya le conocía todas las mentiras, más de las que él mismo usaba para demolerla. Soundtrack: Ella usó mi cabeza como un revólver.

Recuerdo la primera sonrisa de la última mujer. Nos dijimos palabras terribles luego, y hoy endulzamos nuestro café el uno al otro. Pista sonora: Cosas imposibles.

Lo que hay en una cabeza no se sabe lo que es, pero está hecho de algodón, acero, mármol, papel, cera, telarañas, madera ardiente y palabras. Lo que hay en tu cabeza, Cerati, y lo que dejaste en las nuestras, está hecho de mucho más. Que la vida te trate suavemente.

domingo, 9 de mayo de 2010

El primer Nobel




Buscando un poema que leí de niño en El tesoro de la juventud encontré una mención a Sully Prudhome, el primer escritor en recibir un Nobel. Muy interesante. Van tres poemas suyos que robé del blog A media voz. Los tres en una versión de Max Grillo.


El búcaro roto

El vaso donde muere esta verbena
un golpe de abanico lo rompió
el golpe lo debió rozar apenas,
pues ni un leve ruido se advirtió.
Mas no obstante, la leve rozadura
fue rajando el cristal muy lentamente
y con avance invisible y muy seguro
completamente roto lo dejó.

El agua ha huido, gota tras gota
y el jugo de las flores se ha secado ya
nadie nota la leve rajadura
mas no lo toquéis, está quebrado.

Así también la mano más amada
rozando el corazón hace una herida;
y el corazón, después, por sí se rompe
y la flor de un amor pierde la vida.

A los ojos del amor sigue intacto
pero siente crecer, tan resignado
la herida cruel que lleva allá en su fondo
Mas no lo toquéis: ¡el búcaro roto está!


Si yo pudiese ir a decirle...

Si yo pudiese ir a decirle:
«Es tuya; no me inspira ni siquiera amistad;
ya no quiero a esa ingrata,
pero está pálida y delicada:
cuida de ella, por compasión.

«Escúchame sin celos,
pues el ala de su fantasía
no ha hecho más que rozarme.
Sé cómo su mano rechaza,
pero sabe ser dulce para los que ama.
No la hagas nunca llorar.»

Serena venganza

A ti, que cuando yo tenía la edad en que otros son alegres,
me causaste dolor suficiente para hacerme poeta.
A ti, por quien, a esa edad en que vivir es una fiesta,
yo contemplé mi vida a través de las lágrimas;
no te guardo rencor.
Todo terminó lo mejor posible,
y ahora el porvenir se dispone a vengarme.
La flor se marchita al implacable volar de los días.
La gloria surge y perdura en cielos inmutables.
Hubo un tiempo en que sólo tú
eras para mí el mundo entero,
pero después he hundido la sonda en el infinito,
y mi alma se incorpora al inmenso universo.
Y, en tanto que los años te revelan las penas,
el tiempo, que erige un pedestal a la belleza del verso,
barrerá tu figura como una forma vana.


martes, 4 de mayo de 2010

Ella pide sin parar



Ella le dijo regálame un beso y él la besó luego le dijo regálame tu pelo y se cortó un mechón para ella divina hermosa sonriente diciendo después regálame tus labios para que él la vuelva a besar hasta que atardeció y le dijo al oído con dulzura regálame tus dedos y él la tocó suavemente por debajo de la ropa y ella regálame tu voz regálame tu aliento regálame tus brazos regálame tu cerebro hasta que lo dejó sin aire pálido primero morado luego regálame tus ojos y ya ahora regálame tu corazón le está diciendo mientras se lo come como una manzana delante de las cámaras del noticiero regálame tu vientre regálame este poquito de aire que me bebo de tus pulmones dice ella y el camarógrafo enfoca la sangre y nosotros corremos corremos corremos como locos en cualquier dirección.

sábado, 1 de mayo de 2010

Adiós, fibra y plata


Desmonto mi ampliadora: me paso a digital.
La venderé, junto con su lente nuevecito; un lente prístino y una linda ampliadora alemana que le compré al mítico Wilhelmi.
Guardo los papeles que aún no uso y que tal vez, en laboratorio prestado, usaré. Fibra, papel checo, Kodak, Ilford...
Boto los químicos, guardo sobres para virar al sepia, viradores al selenio y polvos así, mágicos y pestilentes pero que me alegraron tantas noches de música y pensamiento.
Qué risa me dan ahora las botellas de fuelle y el foco amarillo, qué risa y qué pena.
Me paso a digital, muchachos.
Bandejas compañeras, disculpen, me acordaré siempre de ustedes; enfocador fastidioso, a ti también te extrañaré. Gracias pinzas por salvarme los dedos, gracias paleta por sacar las gotas de cada copia recién lavada, Y a ustedes, que aparecen de repente como un montón de mariposas, tiritas de prueba con mil fotos que copié, archivé, vendí o regalé, tiritas de prueba con ojos de desconocidos, fragmentos de camisas, rincones de un paisaje perdido en el XX, tiritas de prueba en 6 grados de 3 segundos cada uno, no sé qué decirles. Ya dudé si botarlas o no. Y a todos esos cartoncitos negros sujetos de un alambre torcido, un clip estirado, a todos, hoy incomprensibles, gracias. Gracias incluso a estos dos ladrillos sobre los cuales ponía un vidrio y cartones recortados para el misterioso dodge and burn.
Por ustedes ennegrecí las ventanas, oxidé los ductos del lavadero y me fui a dormir oliendo a revelador. Ah, maravilla del tiempo, que te lo comes todo para darnos hambre y te lo robas todo para darnos más. Los extrañaré, utensilios del secreto, como extraño aún las mañanas en que me levantaba para que contemplemos juntos, el sol y yo, las copias de anoche. Las imperfectas, las dolorosas, y las exactas, esas que cargaba con respeto y con dos manos. Así extrañaré olores, segundos, agitaciones, y el respeto con que mi hijita me pedía entrar al santo laboratorio. La practicidad me dice que he ganado un poco de espacio, pero la nostalgia me impide definir con claridad qué es lo mucho que perdí.