domingo, 31 de julio de 2011

Dígame usted.


"Usted sabe que mis habilidades como secretaria son insuperables. Si no dígame quién, qué otra secretaria, incluso graduada de Alas Rex Ona, acataría semejantes órdenes. Por cierto he descubierto un nuevo catálogo de gruñidos en la página web de los emos rosa internacionales. Ahora, cuando me pida que imite a un tiranosaurio rex lo haré con profesionalismo y también con realismo. Sin embargo, debo decirle que usted debe visitar a un especialista porque ese proyecto suyo es muy extraño. Nunca conocí a un hombre que quiera escribir los sonidos. Ellos suenan, señor Méndez, escribirlos con precisión es imposible. Debí renunciar cuando intentó escribir mi pedo. Sí, eso mismo, señor, ¡debí renunciar! o denunciarlo a usted por ser un esquizofrénico voluntario, un deforme vocal y mental, un bastardo. A ver, escriba usted mismo sobre sus propios pedos.


Un pedo, señor Méndez, es una acción involuntaria. No sabe la vergüenza que tuve cuando eso me pasó en su oficina y en vez de hacer como que nada había ocurrido usted quiso que lo repitiera y escribía pru pru pru en su pantalla de escritor desequilibrado o guionista le llaman. Y escuché muy bien sus ataques de risa cuando me retiré a buscar los paños marca Tentebrinila, seca rápido dura más (¡debe saberlo!) en mi escritorio y secar así mis lágrimas. Usted rio, se carcajeó, chilló, golpeó su escritorio, gritando pru pru pru. Debí renunciar, debí extender mi mano en forma de puño y volarle por lo menos dos dientes, señor Méndez. ¡Usted se cagó de risa!"
Cecilia Podestá, dramaturga y poeta (Ayacucho, 1981) ha publicado recientemente un libro de cuentos titulado De cabeza sobre el pasto amarillo. Esto es un fragmento de su cuento Señor Méndez.