domingo, 25 de marzo de 2012

Carta a un teatrero joven



Mensaje por el Día Mundial del Teatro 2011 escrito por Alonso Alegría, el más destacado autor teatral peruano, a pedido del Centro Peruano del Instituto Internacional del Teatro - ITI UNESCO. Conmovedor y potente, como toda la creación dramática de Alegría.

Carta a un teatrero joven

Me dices que el teatro te gusta y que no puedes ni pensar en dedicarte a otra cosa.  ‘Me di cuenta, por fin, de que podía ser feliz’ me confiesas, tratando de describir ese momento bendito en el que sentiste que tu vida finalmente tomaba un rumbo ilusionado.  ‘Se te ha metido el bichito del Teatro’ te diríamos los que ya sabemos que, a partir de ahora, el Teatro habrá de ser el único arte y la única profesión con las que querrás alimentar tu alma y sostener tu cuerpo toda tu vida.  

La decisión que estás tomando te da miedo.  No eres el primero.  Desde siempre, a todos los teatreros nos ha dado mucho miedo emprender este incierto camino. 

‘Yo amo al Teatro’, me dices, ‘¿pero qué pasa si el Teatro acaba no amándome a mí?  ¿Si sólo me escupe fracasos, si me tiende trampas, si me maltrata día tras día, si no me alimenta siquiera? ¿Sufriré si acaso lo abandono y luego lo extraño mucho pero ya no puedo dar marcha atrás?’ me preguntas.

Pues no tienes por qué sufrir de ausencia.  Cualquier cosa que hagas puede ser parte del Teatro.  El Teatro tiene que ver con todo. 

Tu sueño es vivir tu vida sobre el escenario, o muy cerca de él.  Es posible que lo logres, y quizás para siempre te ganes la vida, o parte de ella, como dramaturgo, actor, director, escenógrafo, iluminador, utilero, telonero, productor, o cualquier otro de los bellos oficios que reciben o escuchan en vivo el aplauso del público terminada la función.  Si el Teatro te permite pagar las cuentas y escuchar aplausos, serás feliz por lo menos cinco noches por semana –y no mucha gente, te lo aseguro, tiene la felicidad garantizada cinco noches por semana.  Pero si tú—

‘¿Y qué me pasa si el teatro me aloca pero no puedo estar ni cerca de un escenario’ –me interrumpes—‘porque tengo que ganarme la vida en otra cosa?’  Pues si llevas el bichito y eres un gran contador, podrás ser feliz contando el dinero de un teatro.  Y si te vuelves el más famoso arquitecto, pues podrás ser feliz diseñando teatros.  Y si terminas de cocinero estrella, serás feliz manejando las cafeterías de los teatros del Mundo.  Si encuentras una mina de oro, crearás una compañía de teatro para que su director te adjudique, de cuando en cuando, un pequeño papel, porque sólo entonces ese bichito te dejará gozar tranquilo de tu nueva fortuna.  Y si la Vida te propina el revolcón contrario y de pronto te encuentras de vendedor ambulante –esas cosas pasan, créeme— pues a la entrada de un teatro venderás los títeres que tú mismo fabriques.  Escucharás, desde lejos, muchos aplausos ajenos, pero igual te harán feliz porque ¿sabes? esos aplausos serán también para ti, por ser un teatrero que vende títeres cerca de un escenario. Y tu suerte cambiará pronto.  Ese bichito que llevamos dentro nos protege y alienta cuando le somos fieles. 

Dedícate al Teatro, entonces.  Sin miedo.  Te gusta, y no tienes más remedio, porque el bichito te ha picado. Más te vale emprender tu carrera teatral.  Acepta ese papel, matricúlate en ese taller, preséntate a ese examen, diles a tus padres y a tu novia que toda tu vida serás teatrero.  Diles que sólo así serás feliz.  Les estarás diciendo la verdad.  Porque una persona con el bichito del Teatro dentro, no puede hacer nada más que Teatro para sentirse verdadera y totalmente feliz. Toda, todita su vida. 


La imagen es de Richard Termine, fotógrafo norteamericano especializado en artes escénicas.

jueves, 22 de marzo de 2012

Para usted, Maestro. Con amor.

“Esos días de colegiala, de contarnos cuentos y comernos las uñas se acabaron. Pero sé que en mi memoria seguirán vivos, para siempre vivos. Ahora… ¿cómo le das las gracias a alguien que te llevó de los lápices de colores al perfume? 
No es fácil, pero voy a intentarlo.
Si usted quisiera el cielo yo escribiría a lo largo del cielo con letras que se eleven a mil pies de altura: Para usted, Maestro. Con amor.
 Sé que llegó el momento de cerrar los libros y darles por última vez una larga mirada.  Y sé también que, mientras me voy, me alejo de mi mejor amigo. Un amigo que me enseñó a distinguir lo bueno de lo malo, lo débil de lo fuerte, y eso ha sido para mí muchísimo aprendizaje. ¿Qué puedo darle a cambio de eso? ¿Qué? 
Si usted quisiera la luna trataría de alcanzársela pero preferiría, mejor que eso, que me permita entregarle mi corazón. 
Para usted, Maestro. Con amor".



A veces, en mis cuadernos, anoto la letra de una canción y me dedico a traducirla por mucho tiempo, como si tuviera que decírsela a alguien hablando con la emoción de la misma canción. y aclaro que las traduzco como a mí me da la gana. Y como ha tocado en esta semana intercambiar agradecimientos y despedidas, publico esta canción de Lulu, To sir with love, de cuando tenía yo siete años. 
Canciones de amor: las amo. Canciones de gratitud: les doy las gracias. 




viernes, 16 de marzo de 2012

La voz del infeliz.


La infelicidad está llena de estrategias y rutinas que, cuando llega la felicidad, la destruyen.
Por ejemplo, los infelices mienten.
Mienten sobre dónde han estado, sobre su origen, sobre sus emociones, sobre quiénes son.
Niegan haber hecho lo que todos saben que hicieron y se atribuyen lo que nunca les pasó.
Los infelices prefieren ser imprecisos para mentir sin hitos ni planos ni referencias. Esconden temas. Invierten datos. Y cuando encuentran alguien que merece su franqueza lo destruyen por espanto, lo arrinconan, lo hacen sentir perdido o tonto o excesivamente severo. Entonces buscan a otros infelices y se reúnen sonrientes todos, para no sentirse solos, para mentirse entre sí.
Los infelices farfullan, enredan, se emborronan.
Solo el verdadero amor los salva, ese ángel de fuego que los descongela y los enfrenta a su auténtico yo, a sus abismos y sus torpes construcciones. Los mira a los ojos y les pide simplemente: no me mientas. Y el infeliz se siente desarmado, confrontado con todo lo que odia de sí mismo, sin coraza, sin palabras, sin control.
Si quiere seguir siendo infeliz huirá del ángel y de su llave liberadora.
Si quiere ser feliz renunciará a la impostura, cerrará la boca que miente con una llave de hierro y abrirá, con la misma llave, la boca del corazón. Y el ángel lo verá llorar y soportará el olor de lo podrido que drenará de ese corazón acorazado de falsedades hasta volver a ser magma, prisma, gota de oro.
Puede que el ángel no soporte la peste. Puede que te deje tan limpio que se quede contigo para siempre. Lo único seguro es que si vuelves a mentir, él volará.
No desaparezcas, ángel de fuego de la doble voz. El centro de mí te necesita.

En la foto, un grupo norteamericano de títeres hace Pinocchio (The Wooden Boy) as Told by Frankenstein's Monster.