domingo, 29 de abril de 2007

Cartas que viajan sin fin


"Sólo hay una soledad. Es grande y difícil de soportar. Y casi a todos nos llegan horas en que de buen grado la cederíamos a cambio de cualquier convivencia. Por muy trivial y mezquina que fuere. Hasta por la mera ilusión de una ínfima coincidencia con cualquier otro ser. Con el primero que se presente, aunque resulte tal vez el menos digno. Mas acaso sean éstas, precisamente, las horas en que la soledad crece, pues su desarrollo es doloroso como el crecimiento de los niños y triste como el comienzo de la primavera. Ello, sin embargo, no debe desconcertarle, pues lo único que por cierto hace falta es esto: Soledad, grande, íntima soledad. Adentrarse en sí mismo, y, durante horas y horas, no encontrar a nadie... Esto es lo que importa saber conseguir. Estar solos como estuvimos solos cuando niños, mientras en derredor nuestro iban los mayores de un lado para otro, enredados en cosas que parecían importantes y grandes, sólo porque ellos se mostraban atareados, y porque nosotros nada entendíamos de sus quehaceres".

Fragmento de la Carta VI, de las diez que componen el libro Cartas a un joven poeta, de Reiner María Rilke (1875-1926), vate extraordinario.

domingo, 22 de abril de 2007

Dile a esa chica que no joda más

Si lo que quieres es vivir cien años
no pruebes los licores del placer.
Si eres alérgico a los desengaños
olvídate de esa mujer.
Compra una máscara anti-gas,
manténte dentro de la ley.
Si lo que quieres es vivir cien años
haz músculos de cinco a seis.
Y ponte gomina que no te despeine
el vientecillo de la libertad,
funda un hogar en el que nunca reine
más rey que la seguridad.
Evita el humo de los clubs,
reduce la velocidad
Si lo que quieres es vivir cien años
vacúnate contra el azar.
Deja pasar la tentación
dile a esa chica que no llame más
y si protesta el corazón
en la farmacia puedes preguntar:
"¿tienen pastillas para no soñar?"
Si quieres ser Matusalén
vigila tu colesterol,
si tu película es vivir cien años
no lo hagas nunca sin condón.
Es peligroso que tu piel desnuda
roce otra piel sin esterilizar,
que no se infiltre el virus de la duda
en tu cama matrimonial.
Y si en tus noches falta sal
para eso está el televisor!
Si lo que quieres es cumplir cien años
no vivas como vivo yo...

Canción conocida: Pastillas para no soñar. Letra de Antonio García de Diego, Joaquín Sabina y Pedro Varona.

Pasajero de la nada


Cada vez que llego a un aeropuerto y nadie me recibe, me siento desolado. Me provoca revisar qué he hecho con mi vida para que ningún amigo, amante o siquiera un conocido pase a recogerme. Y la palabra recogerme dice mucho de lo que siento. A veces hay un taxista con un cartel y pienso: como otros pagan por mujeres para creer que los aman, yo contrato un chofer para que alguien tenga mi nombre en sus labios, o en su cartel. Me siento un niño perdido, es una de esas cosas que se podrían hablar por meses con una terapeuta. Que se podrían llorar por días sin explicación. Y cuando mis ex-parejas se ofrecían a recoger a alguien (parientes, amigos de toda la vida, ex amores, quien sea) yo me dividía en dos y uno de nosotros, el invisible, siempre volteaba hacia ella y le decía inaudible: ¿y a mí por qué no me recoges nunca? Entonces ella me preguntaba: ¿dijiste algo? y yo le respondía que no, y ella se iba y donde fuera que me dejara para partir a recibir a otro, se formaba un aeropuerto enorme a mi alrededor.
Sólo tú fuiste a recogerme.
Recién hoy descubro cuánto te agradezco.

miércoles, 18 de abril de 2007

Pared pintada en Cerro Azul


Hazle clic y ten paciencia. La ola te llevará.

El anillo perdido

Cuando Natalia pidió la quinta copa de vino su amiga Inés sonrió satisfecha. Sonrieron también los dos amigos de su amiga, que habían ido a conocerla y de los cuales uno no dijo casi nada en toda la noche mientras el otro hablaba y hablaba sin dejar de mirarla a los ojos. Natalia notó que algo le faltaba. Se tocó el dedo y dijo: mi anillo. Sintió llegar la embriaguez cuando se agachó a buscarlo en el suelo. Arrastrándose bajo la mesa se reprendía por haberlo dejado caer, sabiendo lo mucho que significaba este anillo para ella y para el hombre que la esperaba en casa sin saber de la salida con Inés, de los dos amigos, de las cinco copas. Inés se quedó sentada, divertida, impasible ante la pérdida. El amigo mudo también permaneció inmóvil. El segundo en cambio tanteaba en la arena del bar playero con verdadero interés, pero no por el anillo. Natalia dijo en voz alta algo que ya no recuerda –cómo he sido tan tonta o algo así- y su amiga desde arriba respondió algo que parecía haber repetido varias veces sin ser oída: nunca trajiste puesto ningún aro. Natalia, a gatas sobre el piso oscuro, trató de recordar algún detalle del objeto perdido y nada vino a su mente. Ni su color, ni su forma, ni siquiera el momento obligatoriamente inolvidable en que suponía haberlo recibido como obsequio del ausente. Se congeló, pasmada. Su búsqueda perdió todo sentido. Descubrió que en su habitación la esperaba sólo una cama vacía. Quiso llorar mientras gateaba. Levantó los ojos y vio los de él, que no dejaban de mirar los suyos y estaban demasiado cerca.

sábado, 7 de abril de 2007

Como un hielo al sol

EL GUARDIÁN DEL HIELO

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.

José Watanabe (Laredo, 1942) , el poeta peruano de más brillo en la actualidad. Más sobre él.

viernes, 6 de abril de 2007

Abril es el mes más cruel.


Abril es el mes más cruel, hace brotar
lilas del interior de la tierra muerta, mezcla
la memoria y el deseo, estremece
las raíces marchitas con lluvia de primavera.
El invierno nos mantuvo calientes, cubriendo
la tierra con nieve de olvido, alimentando
un poco de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, pasando sobre el Starnbergersee
con una cortina de lluvia; hicimos un alto bajo la galería de columnas,
y continuamos a la luz del sol, adentrándonos en el Hofgarten,
y bebimos café, y hablamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm' aus Litauen, echt deutsch
1.
Y cuando éramos niños, pasando una temporada donde el archiduque,
donde mi primo, él me sacó en un trineo,
y yo estaba asustado. Él dijo, Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y para abajo fuimos.
En las montañas, allí uno se siente libre.
Leo, gran parte de la noche, y voy al sur en invierno.


Tomado de La Tierra baldía de T.S. Eliot.

"La tierra baldía es un largo poema (433 versos) dividido en cinco partes. En cualquier caso, forma un todo unitario que sólo cobra sentido teniendo en cuenta todos sus elementos simultáneamente. Trataremos muy brevemente cada una de las partes, mutilando así inevitablemente toda su riqueza y, sobre todo, esa extraordinaria belleza que únicamente la lectura puede trasmitir" dice Olga Osorio, que estudia este libro. En otro blog, Jesús Ruiz lo traduce. Yo he tenido suficientes explicaciones y cito estas líneas sólo para comenzar el otoño.

jueves, 5 de abril de 2007

TEATRO DE LA AUSENCIA

El dolor menos admitido de nuestros tiempos es el pequeño y constante dolor de la ausencia cotidiana.
Primero nos lo da la vida –como un traficante que endulza a sus futuros viciosos– pero luego nosotros mismos dejamos de apreciar lo presente para enfocarnos en el vacío, para usarlo como acicate en nuestras carreras hacia ningún lado.
Eso construye los sueños de los adolescentes –encontrar lo perdido, convertido en algo valioso– y la locura de los solitarios, la tristeza de los inconformes, la insatisfacción de quienes ven las butacas vacías, la cama incompleta, la cita que no fue.
El vicio de la ausencia se niega mucho pero se sufre más porque en estos tiempos de ganadores, el perdedor parece ser un voluntario más que una víctima y la compasión, una pérdida de tiempo.
Pero el amor por la ausencia, innombrable, sigue allí como un rescoldo y nos incendia de golpe cada tanto. Quema sin piedad a los niños a solas, a los adolescentes perdidos, a todos aquellos que no la buscaron pero que luego, con los años, querrán volverla a sentir. Para eso tal vez –también– es el teatro. Para que este mundo que sobrevalora lo que tiene vuelva a recordar que lo esencial le falta. Que hay ideas, momentos y personas dolorosa e irremediablemente ausentes. Y que para ser felices, a pesar de todo, debemos dejar de mirar esa silla donde no hay nadie y construir con los presentes las compañías, los personajes y los eventos que nunca tendremos.
Eso también –tal vez– es el teatro. Reconstruir. Representar.

(Así iba a llamarse el libro con dos obras mías –Super Popper y El Último Barco- que se editará este año, y este iba a ser el prólogo. Pero Miguel Rubio, director del admirable grupo Yuyachkani, ha publicado El Cuerpo Ausente, enfocando la ausencia desde otro ángulo mil veces más poderoso e importante: el de los desaparecidos en la guerra interna que vivió el Perú en los 90. Cambiaré el título y el prólogo).