miércoles, 24 de octubre de 2007

Un cuento con alas




LA MOSCA QUE SOÑABA QUE ERA UN AGUILA

Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.

(Tomado de “La Oveja Negra y demás Fábulas”, México, Era, 1969.)

lunes, 22 de octubre de 2007

No cuenten conmigo


Para hacerse el autoritario, Alan García ordenó que el censo nacional fuera con orden de inamovilidad, es decir, que nadie se moviera de su casa, que los negocios cerraran, que se perdieran millones de soles y se aburriera a todo el mundo. Gobernante en épocas de bombas, toques de queda y feriados bancarios, a García le parece lógico todo lo que sean encierros e interrogatorios, y a la gente tampoco parece afectarle. Es más, absurdamente, ni la Confiep ni AMCHAM ni ningún organismo que favorezca o defienda el comercio dijo esta boca es mía ni se opuso a las pérdidas millonarias que la inmovilidad genera, señal de que Alan, pese a que sus hechos no causan respeto, con su discurso sigue dando miedo. Y a ninguna de las televisoras se le ocurrió generar una programación especial, alguna vuelta de tuerca, algo que aproveche al televidente cautivo –nunca mejor dicho- y de paso, enriquezca las cabezas del país. Aunque ya se sabe que no es eso lo que quieren enriquecer los broadcasters.
Ya me censaron. Ya soy uno más. Y ya escuché varias historias del censo.
Una, la de mi amiga Cayita: la chica del censo pregunta a mi papá:
- ¿Usted trabaja en alguna entidad, orgasmo o empresa estatal?
- ¿Cómo dijo? ¿Orgasmo, señorita?
La chica se puso roja y dije para salvarla:
- Organismo, papá, quiso decir organismo.
- Ah, pensé que el loco de Alan quería saber cuántas veces…
- ¡Papá!

Otra: me llama Alicia, mi hija de siete años, y me increpa con voz de mamá:
- ¡Papá, despiértate de una vez! ¡Vas a ignorar a los del censo y después va a faltar uno!
Tengo más historias pero eso se cuenta en persona. Saludos.

sábado, 20 de octubre de 2007

Alba del Uruguay


Cuando tenía 11 años era un lector voraz. Mi hermano me conseguía libros y mi abuelo, revistas de todo tipo, de esas que venden sin logotipo en el centro de Lima. En una llamada Siete días Ilustrado, argentina, encontré en la sección cartas uno de los usuales pedidos de amistad postal que inundaban el mundo de los 70’s. “Me llamo Alba Haretche, vivo en Montevideo, tengo 13 años y quiero cartearme con amigos del mundo. Mi dirección es…”
Nos escribíamos con mucha frecuencia y fuimos amigos postales durante siete años. Luego de que empecé a hacer teatro –a los 17- dejamos de contactarnos. Era el año 1977 y la vida nos ocupaba con muchas tareas que al final mataron esta amistad.
Cuando cumplí 40 años y terminé de escribir El último barco, obra teatral en la cual el niño protagonista escribe a una amiga que no le responde (“Sandra del Uruguay”) decidí ponerme en contacto con Alba. Le escribí a la dirección que me sabía de memoria –Emancipación 4427, Montevideo, Uruguay- pero pasaron meses sin recibir respuesta. Lo lógico era que se hubiera mudado, pero por alguna razón comencé a temer que la represión militar de aquella época hubiera sido la causante de su desaparición, y envié una carta a El País, diario uruguayo, explicando la situación. El periódico la publicó y recibí respuestas postales de todo tipo: gente que me decía que debían haberla matado, otros que creían haberla visto en tal o cual lugar, y una, la más inteligente, que sin escribir palabra me enviaba la página del directorio telefónico en la cual figuraban los pocos Haretches que vivían en Montevideo. Ahí estaba ella, con su nueva dirección. Le escribí y me respondió: estaba casada, feliz, con tres hijos, era contable y seguía escribiendo tan bien como cuando éramos chicos. Me alegré mucho y más cuando, por razones del trabajo y del destino, viajé a Montevideo a filmar un comercial. La llamé y quedamos en vernos. Vino con su esposo –un tipo encantador- y nos contamos mil cosas del presente, porque del pasado lo sabíamos todo: nuestros hijos, nuestros empleos, nuestra vida actual colmada de compañía, cuidados y posesiones en oposición a mi adolescencia de sueños, soledad e ilusión. Pero hablando de aspiraciones ella me comentó: al menos tú cumpliste tu sueño, porque siempre quisiste ser escritor y ahora esa es tu vida. Y me aparecí en ese café montevideano, yo mismo a los 12 años, soñando con escribir cuentos y contar historias,frente a mí, al que había cumplido lo que deseaba y que ese día, a los 40 años, tan lejos de casa, recién entendía que debía disfrutarlo. Le di las gracias y ella me agradeció también el encuentro. Como sorpresa final, sacó un fajo de papeles: mis viejas cartas setenteras –aunque no para entregármelas- y me confesó que las guardaba con cariño. Seguro que vos hacés lo mismo me dijo. Yo, con cinismo, sólo atiné a responderle que sí.

jueves, 18 de octubre de 2007

Ignoble means "characterized by baseness, lowness, or meanness"


El mejor signo de inteligencia es la capacidad de burlarte de ti mismo. La ciencia, llena de gente inteligente, se burla de sí misma con los premios IgNobel. En ellos se premian investigaciones disparatadas pero llevadas con suma seriedad por científicos realmente importantes. Por ejemplo, se premió en Química el trabajo de unos investigadores españoles titulado «Velocidad ultrasónica en el queso cheddar afectado por la temperatura», y en Física a dos investigadores de la Universidad de París que han esclarecido por qué los espaguetis, en seco, tienden a quebrarse en más de dos pedazos. Esta noticia insólito aparece en esta página, en la Wikipedia y en esta página antigua pero entretenida. Hay una página del ignobel -http://www.ignobel.com/- pero no la he leído a fondo y no sé si es "oficial". Aunque sabe dios si eso importa.

El mundo está girando locamente


Para leer noticias mi página favorita es IBL News. Lo dirige Michael Amigot y tiene de todo, y el portal siempre está actualizado. Hay titulares importantes y serios y hay otros más raros o divertidos, como Un filme policial en Brasil sube las ventas de uniformes de policía o Primer concurso europeo de modelos minusválidas en Alemania, y mil notas más. Puedes leerlo ahí o suscribirte a su envío diario de titulares. Como para dar las gracias.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Yo siento lo mismo que no sientes tú


Leyendo el blog de Jimena (http://lindimismayo.blogspot.com/) pienso en las miles de veces que no me he conectado con lo que siento. Creo que hay un enlace entre un lado y otro del alma y en él un fusible que de tanto dolor, un día se quema. Y a partir de entonces no vuelves a sufrir en apariencia pero sientes a diario que tu Roma se incendia por dentro, que se hunde tu Titanic, que tu Hiroshima se evapora mientras todos creen que cuentas un chiste. Cuando murió Fernando al dia siguiente de nacer hice una lista de cosas necesarias para enterrarlo en paz y sin que su madre sufra. Cuando casi muero yo me dediqué a revisar las imágenes que me rodeaban pensando que si sobrevivía las pondría en una obra. Cuando vi a Mía en su cuna y me aguanté las ganas de cargarla y salir corriendo y robármela para siempre, sólo pude decir: es tan linda que me cambia todo. Tantas veces el hervor frío, el temblor quieto, el grito mudo. Y hace relativamente poco me volvió a pasar, cuando la mujer que me exigía conectarme con mis emociones me dejó para irse con otro, pues me amaba muchísimo pero quería probar con él. Luego regresó, se pasó un año enseñándome a sentir con autenticidad y se volvió a ir, ahora detrás de su sueño que, obvio, no era yo. Hasta el acto de narrarlo me parece gélido. Debería lanzar la computadora por la ventana, pero no es mía sino de mi oficina. Debería golpear los muebles pero no, mis hijas duermen. Debería gritar por la ventana pero serenazgo… No sentir tiene rutinas. Analizarlo todo. Hablar contigo de ti mismo en tercera persona. Trabajar mucho, hasta la ceguera. Huir de los amigos que provocan ataques de sensibilidad. A veces creo que por eso escribo teatro, para que otros (los personajes y los espectadores) sientan lo que yo no me atrevo a expresar. O pienso que nadie se merece mi odio ni mi risa, como si los guardara en secreto cuando en realidad los tengo sepultados. A veces nada más me sorprendo de estar sintiendo, de reírme o ser sincero. Y a veces siento que sería bueno sentir.


lunes, 8 de octubre de 2007

Qué canción sonará cuando muera


“La primera persona con la que mi amigo J. compartió profundamente a Sabina –porque le gustaba compartir canciones, como a todo ser humano- fue una enamorada muy formal, M., cuyo lado hippie lo formaba el haber estudiado comunicaciones en la Universidad de Lima y lo completaba su culto por Joaquín. Fue con ella a un concierto en la Costa Verde en el cual lo anunciaban como el Arjona español. El la dejó cuando M. estaba a punto de convencerlo de comprar una casa en la playa, cerca de Asia, o peor aún, de compartir canciones de Arjona.
La segunda persona que lo unió a Sabina lo hizo a través del odio. Nuestro amigo N., joven publicista que trató de salir conmigo, lo calificaba de autor “fácil, efectista y barato”, y citaba para denigrarlo una canción muy mala de Joaquín: no me gus- no me gus- no me gusta el rap… A la novia de N. este cantautor la chiflaba tanto que acabó viviendo en Barcelona. El nunca lo supo, pero yo me enteré en el baño.
El tercer contacto de J. con el español fue a través de su última enamorada, H., quien amaba al cantante y entonaba a gritos en su auto yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola… y nos dieron las diez y las once… El reía de verla feliz y le grababa más canciones de Sabina y de Bebé, con quien ella compartió un tema que hablaba de libertad y que decía algo como y la dejaste volar, pero sólo tú sabías que así tenía que ser…
Ella, que decía amarlo como a nadie en su vida, lo dejó repentinamente -como nadie lo había dejado en su vida- para irse a estudiar a New York. El viaje lo planificaron ambos para que ella crezca, pero la ruptura fue un aporte personal de H. para el crecimiento de J. Yo me lo olí y se lo dije, pero como lo quiero mucho no me quiso escuchar.
Sin embargo siguieron escribiéndose, H. muerta de frío y J. muerto de amor. Ella soñando con aprender más y él despertando del sueño de volverla a ver. Con los meses el azar llevó a J. a un congreso en Europa, donde ella estudiaba ahora, y decidieron encontrarse pocos días en una ciudad de la Costa Azul. Ella nunca le dijo que quería volver con él, pero trataba de retenerlo por si en el futuro lo necesitaba. El estaba dispuesto a dejarla volar porque había entendido que entre los sueños de ella estaba amarlo mucho, pero sólo después de haberse amado mucho a sí misma. Mientras la esperaba en el pequeño aeropuerto francés, me contó que sonó de improviso una canción de Sabina: yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid… Mala señal, dijo él, pues ella ya tenía un par de meses en España y moría de ganas de quedarse más tiempo. Pero Sabina se les olvidó a los dos cuando se vieron, se besaron –mientras H. levantaba un piececito- y se fueron a vivir el amor de día, de noche, en la playa y lejos de ella. No me contó más detalles ni quise escucharlos.
Hartos de caminar de la mano, de reconocerse, de quererse sin pensar en proyectos ni errores, se detuvieron en una heladería donde ella le habló de sus viajes por Granada, Sevilla, Huelva y mil esquinas más. El sonreía en silencio mientras trataba de reconocer qué canción sonaba en esa radio a todo volumen opacada por las voces de turistas coreanos, italianos y daneses. De repente, ella le preguntó qué opinaba de esos romances que surgen de la nada y no valen nada en la vida. El no comprendió y le pidió explicarse. Ella le dijo: esos encuentros de una noche que luego no significan gran cosa… El le dijo lo que pensaba, que si no valen nada, pues eso.

Entonces ella le contó que había tenido uno, pero no hace tiempo, sino hacía pocas semanas, cuando conoció a alguien en un bar de Granada y…

Y J. no quiso escuchar más y se acordó de Sabina, y sin oírla, como cuando una bomba ensordece a los soldados de las películas, la vio mover la boca cuando en verdad la imaginaba caminito al hostal, besándose en cada farola, y luego desnuda al amanecer bajo la luna, y un largo etcétera sabinesco que lo hizo reír y sentirse muy sabio, y luego, o al mismo tiempo, muy estúpido. Quiso disimular pero no pudo. El viaje se agrió y el futuro también. Y aunque ella volvió a Lima J. no volvió a verla, o se la cruzó por casualidad, y el porvenir dejó de ser lo que había sido y los discos de Sabina se fueron a la basura, junto con Bebé y otros de esa parvada, que volaron por la ventana o fueron regalados con falsa amabilidad, como quien se deshace de un objeto maldito sin dejar entrever el daño que hace.
Todo esto me lo contó J. este sábado mientras, en un bar, nos emborrachábamos luego de que me recogiera, vestida de negro, del matrimonio de mi prima. No había venido acá –me dijo- desde antes de que ella se vaya. Y yo pensé que volvía con la ilusión de reencontrarla, pero no se lo dije porque el desatino de los hombres las mujeres lo ignoramos. Esa era nuestra canción, me gritó sonriendo con amargura, que es como lloran los hombres, sin un solo gesto. Me quedé callada. Escuché la letra. No reconocí al grupo pero sí el título de la canción. Se llama –se llamaba, se llamará- Give a little respect.”

Cuidado con el perro


Dicen que los perros detectan el cáncer con el olfato. Ya que huelen miles de veces mejor de lo que puede oler un humano, parece que son capaces de detectar células cancerosas y atacarlas, o al menos alarmar de ellas como si fueran enemigas. Es lo que le pasó a la señora X, a quien su perro le lamía constantemente una verruga en la piel e incluso trató de arrancársela de un mordisco. Fue al dermatólogo y le diagnosticaron cáncer, como informó The Lancet ya en 1989. En paralelo a experiencias similares publicadas en distintas revistas médicas, los científicos han entrenado perros que detectan orina de personas que tienen cáncer a la próstata, o que huelen dentro de ti el posible tumor o crecimiento anormal. Así que si te sucede que el perro de tu amiga te huele constantemente quizá no sea que te lavaste mal o que tus humores son muy fuertes: tal vez debas hacerte el papanicolau, un test de PSA o algo así, para que te libres del cáncer y un médico te salve la vida, o mejor dicho, un perro.