jueves, 23 de diciembre de 2010

Postal

Yo te escojo hoy. Te escojo por lo bueno. Te escojo angustiado, molesto o impaciente, pero te escojo. Te elijo sin palabras, todos los días, y todos los días deseo que me elijas también. Nada más. Es eso, simplemente: escogerse el uno al otro cada noche. Decir: te vuelvo a tomar, con todo lo bueno y lo malo. Con una emoción sencilla, una que borra todo lo demás.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Uruguay, no sé por qué.

Uruguay es el pasado perfecto. Una infancia feliz. Un momento ausente. El inicio de todo lo que soy, lo que seré, lo que no he sido. Uruguay es el amor, la escritura, la memoria: el tiempo detenido. Uruguay es sepia, nublado, desenfocado, triste, pero a la vez esconde la luz de mil amaneceres que solo los más alegres pueden ver. Uruguay es una carta que llega cada semana, una foto en blanco y negro, una oración, un callejón sin salida, una sonrisa que se muestra sin destino. Uruguay es el silencio de un niño desesperado, es un sol que me abraza ocho veces y me abrasa ocho más. Uruguay es un mar calmo. Uruguay eres tú, fantasma que me tocas la frente para saber si tengo fiebre. Luz que se cruza en todos los pasillos. Cielo azul hecho de franjas y suspiros. Uruguay es tu presencia prometida.

No eres Papá Noel. Eres el árbol.



He pasado cinco años viviendo sin árbol de Navidad y dando como pretexto el no quererme llenar de adornos ni de complicaciones o el no creerme la postal publicitaria navideña que yo mismo le vendo a tanta gente. Y de repente, hoy, vamos a armar un árbol. Quizás mis hijas eran chiquitas y no tenía nadie al lado que quisiera formar un hogar o que supiera al menos qué era eso. Pero hoy me impulsan –me empujan, me jalan- mis hijas y sobre todo mi linda K., con tanto espíritu hogareño que no sé cómo agradecerle. Quizás la Navidad me genera emociones contradictorias y las he estado rehuyendo, tratando de impedir que se instale en el centro de lo oscuro. Quizás también le he corrido a sentirme niño, a esa misma sensación que me ayuda a crear y a entender mejor las cosas de la vida pero que, en Navidad, me cuesta encarar. Así como ser adulto significa que en las películas tristes no se llora, pues en Navidad ser grande es mirar por encima del hombro, descreer, resistirse. Pero ya no pude más y me derribaron y compraron las lucecitas y los adornos y hoy seré el jefe de familia que defiende tradiciones aunque no le gusten mucho, el-hombre-que-arma-el-arbolito, y a la vez el niño ilusionado y asustado ante la inmensidad del tiempo y de la muerte. Si todos estos ángeles me traen algo así, pues me toca aceptarlo y entender que esta Navidad me toca ser padre y niño, padre de mis nenas y niño de mí mismo, ese niño al que nos cuesta renunciar. O será que hago todo al revés y soy infantil cuando todos están serios y soy adulto cuando me toca ilusionarme y ser un chico… No puedo entender ni pienso hacerlo. Voy a hacer lo que deba, lo que sienta y lo que salga. Gracias, K., por tu espíritu y tu impulso, que espero corresponder con todo lo que mereces. Gracias chicas, porque los regalos no me los darán ustedes. Los regalos son ustedes.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hay de todo

Hay la que se queda a dormir

Hay la que se queda dormida

Hay la que no te deja dormir

La que nunca dormiría contigo

La que provoca quedarse dormido

Hay la que duerme contigo y sueña con otra

Hay la que duerme con otro y sueña contigo

Hay la que por ti no duerme

Y hay la que odia verte dormir

Hay la que sueña con dormir contigo

O la que se mueve en sueños

hacia ti.

Hay la que solo el amor logra dormirla

Y la que despierta con la cama tendida

O la que te tiende la cama, además

Hay la que miente diciendo que cuidó tu sueño

Hay la que comparte el insomnio pero el sueño no

La que te hace sudar dormida más que cuando está despierta

La que gruñe y suspira más despierta que dormida

La que se agita y llora solo cuando duerme

La que sueña distinto en camas diferentes

La que cambia de soñador pero nunca de sueño

La que despierta a medianoche y brilla

Hay la que te hace cantar dormido

Hay la que te hace soñar despierto

Y hay una que sueña

lo mismo que tú.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Todos somos hogueras

Mi amigo me regala el libro con cariño, me dice escribe muy bien esta tipa y yo lo recibo agradecido. Tres meses después lo leo, encerrado en una filmación, y me dedico a destazar los mil errores que ni siquiera tiene la decencia de esconder. Errores tontos que me hacen insultarme en silencio diciéndome qué horror sentir que soy el Marco Aurelio Denegri de nadie. “Los dedos de Paula tronan a centímetros de mi cara”… “al borde de un ataque nervios” (así, sin de)… “con un discreta aplicación de raso” (sic)… verbos enredados como “pretende aparentar” y mil cosas de esas como “me dispongo emprender”, etc. etc. Sobran comas y peor: faltan puntos. Como a mi amigo lo quiero mucho lo callo todo y me digo con esa sabiduría pedante de quien cree que se autoeduca, algo sencillo y claro. Quizás Denegri lee un libro de esa manera cuando no hay otra cosa en él que llame la atención. Quizás eso nos quiere decir y ni siquiera se ha dado cuenta. Quizás un mal cuento, una novela sosa, un hatajo de personajes sin alma solo merezcan que se les busquen las redundancias, que se subraye su cacofonía, que les espulguemos lo superficial porque debajo de la apariencia solamente hay nada. Nada. Y es, para colmo, una nada poco atractiva, sucia y descuidada. Leemos con fuego y maldad aquello, que de raíz, no nos gusta.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Siempre a favor, siempre en contra.

Yo escribo por oposición o por compromiso. Si veo una obra sobre el padre y el tema me compromete, escribo otra, mi obra sobre el padre. Si una forma teatral me compromete, la sigo, y si me comprometo con una actriz o un proyecto grupal, escribo para ellos. Pero también me opongo a algo, siempre. A la indiferencia. Al salvajismo. Al abuso. A la familia como cárcel o como estructura para perpetuar la estupidez. A algo. Siempre pienso eso cuando escribo, con qué estoy comprometiéndome y a qué me opongo. Y a veces me opongo a pequeñas cosas que me parecen inadmisibles o simplemente feas. Me opongo a poner demasiada gente en un escenario. Me opongo a los ruidos fuera de escena anticipando una acción. Me opongo a tocar temas religiosos (porque creo que el peor ateo es el que habla de Dios). Me opongo a poner a quienes desprecio como personajes de mis piezas: es casi hacerles publicidad. Me opongo a la comedia estúpida de quienes ríen sólo porque dando palmadas se creen felices. Me opongo a decirle a los demás qué pensar y qué creer (eso es entontecer y envejecer: pasar del creo que habría que hacer esto al ¡tienes que hacer esto porque ESTO es lo correcto!) porque pienso que los pensamientos no son papelitos que se recortan y se ponen abajo del vidrio del escritorio, los pensamientos son para pensarlos. Me opongo a hacer cosas sólo porque me tocan el alma: una obra tiene una función más grande que la de hacer de kinesióloga de mis sentidos o de mi ego. Me opongo a la imbecilidad de quienes se declaran superiores para que no se note que sólo hacen cosas bajas y viles. Me opongo. Y a la vez, me alegro. Porque nunca creí que para oponerse hubiera que rabiar o imponerse (aunque a veces hace falta, mucha falta). Me opongo haciendo. Allí empecé. Pensando que en todo compromiso hay una oposición, como que en todo amigo hay un feroz crítico y en toda gratitud hay una gota de odio. Nada más. Se nota que estoy aprendiendo de mi hija adolescente, y lo digo en serio.

Tú, habla. ¿A qué te opones? ¿Con qué te comprometes?


La foto es de Crowwalker.

jueves, 7 de octubre de 2010

Que la gloria nos haga crecer

Lo bueno del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa –además del orgullo de saberlo peruano, de sentirlo nuestro, de ser parte de su ficción- es sentir que su cercanía nos redefine a todos. Sentir, si eres novelista, que de repente alguien se interesa en ti llevado por este triunfo (como si al ganar Orham Pamuk te hubieras interesado por otros escritores turcos) o más sencillo aún: sentir que como peruano ya eres alguien un poquito más importante en la gran ficción literaria que aprecia –y que es- el mundo. Saber que esa calle que menciona en sus obras es la misma donde te has tomado un trago o donde besaste a tu primera chica, o que tus atardeceres son los mismos que él narró, que los dictadores que insultó son los que odiamos y los ofendidos que él cantó somos nosotros. La inmediatez de esa aura de grandeza siempre tiene algún efecto extraño, mágico, revelador, casi como la muerte pero al revés. Cuando alguien muere buscamos a quienes lo tuvieron cerca y revaloramos sus rincones, sus costumbres, sus palabras, sus pequeños objetos. Hoy con el Nobel busco en mi mente a los amigos que han actuado en una obra suya, a quienes vivieron en sus calles miraflorinas, a quienes se sacaron una foto con él o al abuelo inolvidable que me regaló ese libro. Y hoy, con este Nobel, somos todos más grandes pero somos también más chiquitos, y esa es otra lección. Una lección de dedicación, trabajo y consecuencia, incluso con ideas que quizás yo no comparta, pero consecuencia al fin, que ya es pedir mucho en estos tiempos en que el pastiche posmoderno justifica volar donde el viento mande o bailar lo que el dinero cante.
Ya no puedes seguir haciendo lo que haces.
Ya no puedes resignarte a ser útil y admirado sólo en tu aldea porque hoy has visto que se puede llegar más lejos, ser más grande a más distancia.
Ya no puedes trabajar pensando en la aprobación de tres o cuatro amigos de la prensa, sino en el aprecio exigente de una crítica mundial, más grande que este rincón.
Ya tienes que preguntarte si eso que haces merece que el mundo lo conozca, o si trabajando unos 15 años más merecerá al menos acercarse a esta fama, este reconocimiento y este aprecio universal, indiscutible y aleccionador. Qué vas a causar con lo que escribes, qué vas a transformar, qué vas a ser y hacer con tu obra.
Miro a mi alrededor después de esta noticia y todo me parece pequeño, mal hecho e inútil. Habrá que usar de impulso esta alegría para empezar a corregirlo todo.
Prometo empezar por mí.


La caricatura es de Omar Zeballos.

martes, 24 de agosto de 2010

Placeres simples

La frescura del primer sorbo de cerveza.
Quitarse los zapatos.
Las almohadas nuevas.
El olor de un auto cero kilómetros.
Saberse la letra de una canción.
Rascarse la espalda.
Almorzar huevo frito con arroz.
Tajar lápices.
El olor del café.
El calor de un abrazo.
Un sofá reclinable.
Dormir cansado.
La ducha caliente sobre la espalda.
Mirar un viejo álbum de fotos.
Dormirse en el cine.
Sacarse los zapatos.
El olor a bebé.
Los pies dentro del agua.
Un pan con mantequilla.
Llorar de risa.

La vida es tan densa a veces que ni siquiera disfrutamos los placeres más simples.

jueves, 29 de julio de 2010

La firma

Para poder aceptar que eres mi vida tendré que asumir que soy mi muerte y la muerte de todas las que fueron y la muerte de aquellas que podrían nacer entre mis manos como estrellas. Para decir tu nombre sin temores tendré que repetir primero el mío, hasta que esa palabra candente venza al tiempo. Para aceptar que tus ojos son eternos debo entender que los míos, algún día, han de cambiar la luz por el silencio. Me rindo, me arrodillo. Trato hecho.

El pantum de Camila



El profesor Marco Martos me enseñó a hacer un pantum. Me explicó cómo se repiten los versos y yo, aplicadísimo, hice cientos, ninguno que pueda reproducir aquí. Pero en cambio a mi hija le expliqué, en un arranque de paternitis, cómo hacer uno, y con más frenesí le impuse hacer uno antes de bañarse. No le pidan genialidad al apuro.

1 Escribe lo que quieras: no me friegues,

2 prefiero ir a mi laptop e ignorarte.

3 ¿Por qué te gusta hacer que me moleste?

1 Escribe lo que quieras: no me friegues.


5 Aburres tanto que casi me duele.

6 Apurémonos: ya quiero bañarme.
1 Escribe lo que quieras: no me friegues,
2 prefiero ir a mi laptop e ignorarte.

martes, 20 de julio de 2010

La fuente de los candados


En una esquina de Montevideo hay una pileta, pequeñita, mal puesta, rodeada con una reja gruesa, como si fuera muy importante. Y lo es. Se llama la Fuente de los candados y si la miras bien, pues sí, está llena de ellos. Candados. Cada uno traído por una pareja que lo cierra allí para siempre tal como enganchan sus corazones. Llenos de promesas, de iniciales, de corazones pintados. Candados enormes y pequeñitos, candados con clave, antiguos, nuevos, de cobre o de hierro o de qué sé yo. Todos diferentes como los corazones. Lo cierras, besas a tu chica y tiras la llave en la fuente. Cuántas veces pasé delante de él con el corazón en la mano, qué bien hice en no engancharme, no arrojar la llave, no creer. Porque ahora la llave es mía y juego con ella, y le he sacado una copia para ti, en quien confiaré. Contigo vendré algún día y, aunque se rían todos, lanzaremos nuestras llaves.


viernes, 16 de julio de 2010

Cómo dejar de hacer listas

Entrégate al deseo. Uno solo. Intenso, luminoso. Uno que no puedas dejar de mirar ni de seguir. Una columna de humo durante el día, una torre de fuego por las noches, solamente uno. Búscalo. No es fácil hallarlo. Cuando esté –porque no se crea, no lo creas, no te lo dan, no aparece: está- cae de rodillas. No pensarás en otra cosa. No desearás nada más. Se borrarán entonces todas las listas, la ropa de la lavandería, las deudas por pagar, los amigos por visitar, las ciudades que esperan tu mirada…

Así se escriben los grandes libros. Así aman los grandes amantes.

Es un cuerpo el deseo manifiesto. Ámalo centímetro a centímetro. Siente toda su piel y bajo ella los músculos y bajo ellos, los huesos. Tu esquizofrenia tratará de hacerte huir, querrá ponerte a pensar mil cosas nimias, te detendrá en pleno clímax para pedirte que anotes las fotos que puedes tomar y los correos que aún no has enviado. No pares. No pienses. No anotes. Blanquea tu mente quemándola en este deseo. Con cada lista que se incendie en él su fuego será más grande y alumbrará las noches de tu locura, de una locura diferente que no estará hecha de mil meteoritos sino de un sol inmenso, un deseo gigantesco que cree que te devora cuando en verdad eres tú quien se lo traga feliz e incandescente.


Para Diego

miércoles, 14 de julio de 2010

Y cavan y cavan


Hago bien o hago mal antes no sufría con esta pregunta ser responsable cansa ser responsable paraliza ser responsable es un ejercicio constante más que ejercicio un impulso indetenible un corazón que late salvo cuando muere hago bien es bueno para mí me dará felicidad qué consecuencias tendrá en mi futuro en mis hijas en mi trabajo hago mal creo hago muy mal dudo esto traerá violencia creo traerá muerte es probable esta pequeña manecilla es una lanza llena de dolor esta persona tan buena viene seguida de asesinos este botón que no sé si apretar ruge esta tecla que no anuncia nada puede estar llena de errores desconcierto maldad esta soga pesada o esta cuerda tan ligera si tiro de ella hago bien somos felices la vida se desenvolverá plácida como cae en cámara lenta una sábana sobre un lecho pero no creo pienso que hago mal veré rostros de desprecio maltrato angustia irritación crimen nadie te lo anticipa nadie te avisa no tires de la cuerda todos quieren lo que les conviene pero para mí no sé si hago bien o hago mal y si lo hago porque yo quiero y traigo penas haré mal y si no quiero pero lo hago porque insisten insisten insisten haré mal también me traeré pena a mí a mis nenas a mi madre tan vieja a mis hermanas que me miran como a un loco que insiste en cavar un pozo en la arena hasta que el colapso lo sepulta hago mal muchas veces y se nota hago bien y no lo recuerdo sigo cavando o me detengo me detengo pero me he rodeado de gente que cava y cava para sí misma aunque todo se derrumbe sobre mí no les importan mi alegría mi futuro que es tan corto mi sonrisa tan volátil nadie que te quiere te haría eso pero se quieren más a sí mismos y como quieren morir hacen mal no les importa sepultarte siguen cavando yo sigo pensando bañado de sudor de sangre de lágrimas que caen mojan la arena debí salir a tiempo hago bien si los dejo y me salvo por mis hijas por mi felicidad por mi estabilidad hago mal si me salvo y los dejo me pregunto hago mal si me salvo de los que me quieren pero ya es tarde el pozo de arena cae como los túneles que hacía de niño en la playa cavando con las manos hasta casi abrirme las uñas hasta oír mi corazón sobre las olas esos túneles que harán mis hijas sin entender el sentido sin importarles hacia dónde corren cuándo se inundarán cuánto enseña cada derribo cuándo llegará el día en que la arena fluya dentro del alma y corroa lastime queme despedace el mar canta el viento gime el aire sale de mí sin responder si hago bien o hago mal sin decirme cuánto me quieren los que me condenan cuánto me odian los muchos que me aman adiós responsabilidades parálisis sudor adiós cansancio adiós impulso indetenible adiós.

lunes, 5 de julio de 2010

Alejandro Romualdo, master admirabilis



A OTRA COSA


Basta ya de agonía. No me importa
la soledad, la angustia ni la nada.
Estoy harto de escombros y de sombras.
Quiero salir al sol. Verle la cara
al mundo. Y a la vida que me toca,
quiero salir, al son de una campana
que eche a volar olivos y palomas.
Y ponerme, después, a ver qué pasa

con tanto amor. Abrir una alborada
de paz, en paz con todos los mortales,
Y penetre el amor en las entrañas
del mundo. Y hágase la luz a mares.

Déjense de sollozos y peleen
para que los señores sean hombres.
Tuérzanle el llanto a la melancolía.
Llamen siempre a las cosas por su nombre.

Avívense la vida. Dense prisa.
Esta es la realidad. Y esta es la hora
de acabar de llorar mustios collados,
campos de soledad. ¡A otra cosa!
Basta ya de gemidos. No me importa
la soledad de nadie. Tengo ganas
de ir por el sol. Y al aire de este mundo
abrir, de paz en paz, una esperanza.

---

Poema del maestro Alejandro Romualdo. Alguien lo hizo canción cuando yo era chico. Y no digo más.

viernes, 11 de junio de 2010

Un poema de Jorge Teillier

CUANDO TODOS SE VAYAN

A Eduardo Molina.

Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.

De El árbol de la memoria, 1961.


miércoles, 19 de mayo de 2010

Queremos que pase el temblor.



Recuerdo que yo escribía Los gusanosaurios, una serie cómica para pre púberes que contaba las aventuras de tres tontos que formaban una banda musical y tocaban covers rockeros en español. Fondo musical de este recuerdo, Mi novia tiene bíceps.

Recuerdo luego una mujer maravillosa, más blanca que un fogonazo, pidiéndome que le ponga una canción con la cual le provocaba desvestirse bailando. Fondo musical: Zoom.

Recuerdo un comercial muy bueno anunciando que volvía la banda que no se había ido nunca. Suena detrás: De música ligera.

Recuerdo a un amigo muy querido, en una borrachera –inusual en mí- contándome los engaños de una mujer a la cual yo ya le conocía todas las mentiras, más de las que él mismo usaba para demolerla. Soundtrack: Ella usó mi cabeza como un revólver.

Recuerdo la primera sonrisa de la última mujer. Nos dijimos palabras terribles luego, y hoy endulzamos nuestro café el uno al otro. Pista sonora: Cosas imposibles.

Lo que hay en una cabeza no se sabe lo que es, pero está hecho de algodón, acero, mármol, papel, cera, telarañas, madera ardiente y palabras. Lo que hay en tu cabeza, Cerati, y lo que dejaste en las nuestras, está hecho de mucho más. Que la vida te trate suavemente.

domingo, 9 de mayo de 2010

El primer Nobel




Buscando un poema que leí de niño en El tesoro de la juventud encontré una mención a Sully Prudhome, el primer escritor en recibir un Nobel. Muy interesante. Van tres poemas suyos que robé del blog A media voz. Los tres en una versión de Max Grillo.


El búcaro roto

El vaso donde muere esta verbena
un golpe de abanico lo rompió
el golpe lo debió rozar apenas,
pues ni un leve ruido se advirtió.
Mas no obstante, la leve rozadura
fue rajando el cristal muy lentamente
y con avance invisible y muy seguro
completamente roto lo dejó.

El agua ha huido, gota tras gota
y el jugo de las flores se ha secado ya
nadie nota la leve rajadura
mas no lo toquéis, está quebrado.

Así también la mano más amada
rozando el corazón hace una herida;
y el corazón, después, por sí se rompe
y la flor de un amor pierde la vida.

A los ojos del amor sigue intacto
pero siente crecer, tan resignado
la herida cruel que lleva allá en su fondo
Mas no lo toquéis: ¡el búcaro roto está!


Si yo pudiese ir a decirle...

Si yo pudiese ir a decirle:
«Es tuya; no me inspira ni siquiera amistad;
ya no quiero a esa ingrata,
pero está pálida y delicada:
cuida de ella, por compasión.

«Escúchame sin celos,
pues el ala de su fantasía
no ha hecho más que rozarme.
Sé cómo su mano rechaza,
pero sabe ser dulce para los que ama.
No la hagas nunca llorar.»

Serena venganza

A ti, que cuando yo tenía la edad en que otros son alegres,
me causaste dolor suficiente para hacerme poeta.
A ti, por quien, a esa edad en que vivir es una fiesta,
yo contemplé mi vida a través de las lágrimas;
no te guardo rencor.
Todo terminó lo mejor posible,
y ahora el porvenir se dispone a vengarme.
La flor se marchita al implacable volar de los días.
La gloria surge y perdura en cielos inmutables.
Hubo un tiempo en que sólo tú
eras para mí el mundo entero,
pero después he hundido la sonda en el infinito,
y mi alma se incorpora al inmenso universo.
Y, en tanto que los años te revelan las penas,
el tiempo, que erige un pedestal a la belleza del verso,
barrerá tu figura como una forma vana.


martes, 4 de mayo de 2010

Ella pide sin parar



Ella le dijo regálame un beso y él la besó luego le dijo regálame tu pelo y se cortó un mechón para ella divina hermosa sonriente diciendo después regálame tus labios para que él la vuelva a besar hasta que atardeció y le dijo al oído con dulzura regálame tus dedos y él la tocó suavemente por debajo de la ropa y ella regálame tu voz regálame tu aliento regálame tus brazos regálame tu cerebro hasta que lo dejó sin aire pálido primero morado luego regálame tus ojos y ya ahora regálame tu corazón le está diciendo mientras se lo come como una manzana delante de las cámaras del noticiero regálame tu vientre regálame este poquito de aire que me bebo de tus pulmones dice ella y el camarógrafo enfoca la sangre y nosotros corremos corremos corremos como locos en cualquier dirección.

sábado, 1 de mayo de 2010

Adiós, fibra y plata


Desmonto mi ampliadora: me paso a digital.
La venderé, junto con su lente nuevecito; un lente prístino y una linda ampliadora alemana que le compré al mítico Wilhelmi.
Guardo los papeles que aún no uso y que tal vez, en laboratorio prestado, usaré. Fibra, papel checo, Kodak, Ilford...
Boto los químicos, guardo sobres para virar al sepia, viradores al selenio y polvos así, mágicos y pestilentes pero que me alegraron tantas noches de música y pensamiento.
Qué risa me dan ahora las botellas de fuelle y el foco amarillo, qué risa y qué pena.
Me paso a digital, muchachos.
Bandejas compañeras, disculpen, me acordaré siempre de ustedes; enfocador fastidioso, a ti también te extrañaré. Gracias pinzas por salvarme los dedos, gracias paleta por sacar las gotas de cada copia recién lavada, Y a ustedes, que aparecen de repente como un montón de mariposas, tiritas de prueba con mil fotos que copié, archivé, vendí o regalé, tiritas de prueba con ojos de desconocidos, fragmentos de camisas, rincones de un paisaje perdido en el XX, tiritas de prueba en 6 grados de 3 segundos cada uno, no sé qué decirles. Ya dudé si botarlas o no. Y a todos esos cartoncitos negros sujetos de un alambre torcido, un clip estirado, a todos, hoy incomprensibles, gracias. Gracias incluso a estos dos ladrillos sobre los cuales ponía un vidrio y cartones recortados para el misterioso dodge and burn.
Por ustedes ennegrecí las ventanas, oxidé los ductos del lavadero y me fui a dormir oliendo a revelador. Ah, maravilla del tiempo, que te lo comes todo para darnos hambre y te lo robas todo para darnos más. Los extrañaré, utensilios del secreto, como extraño aún las mañanas en que me levantaba para que contemplemos juntos, el sol y yo, las copias de anoche. Las imperfectas, las dolorosas, y las exactas, esas que cargaba con respeto y con dos manos. Así extrañaré olores, segundos, agitaciones, y el respeto con que mi hijita me pedía entrar al santo laboratorio. La practicidad me dice que he ganado un poco de espacio, pero la nostalgia me impide definir con claridad qué es lo mucho que perdí.