viernes, 5 de enero de 2007

Colegio 558, Ayacucho

Empezamos a penar cuando construyeron el hospital encima de nuestras tumbas, pero nos ignoraron: los moribundos no le temían a nada, sólo a la muerte. Queríamos venganza, repartir el dolor que nos dieron, que nos oigan llorar. Nos confundían con las parturientas y hasta con los médicos si penábamos de blanco. Campesinos muertos de tortura, profesores electrocutados por la policía, mujeres desangradas de tanta violación, ninguno de nosotros importaba ya entre los vivos. Los militares que nos mataron nunca volvían a este rincón de muertos. Donde estaba el hospital construyeron un colegio y volvimos a asustar, a llorar, a pedir justicia. Los niños se reían de nosotros y terminamos siendo amigos secretos, contando cuentos, dando consejos y enseñando a leer sin que nadie lo sepa. Hoy no hubo niños: vinieron jueces y fiscales a buscar nuestras tumbas, tantos años después. Nuestras calaveras aparecieron gritando, nuestras manos al sol buscaron otras manos que nos levanten hacia la vida. No debíamos movernos, ni siquiera llorar. Pero al ver al capitán asesino asomado a la fosa con galones de coronel no pudimos evitarlo. Socavamos el barro bajo sus pies. Comenzó a llover y su cuerpo caliente y fofo después de mucho arañar por fin nos cayó encima. Lo abrazamos. Lo hundimos. Lo mordimos. La fosa colapsó. Lo están buscando.

2 comentarios:

Sir Faxx von Raven dijo...

muy bueno. a este con el relato de navidad les encontré un link inexplicable.

K. dijo...

... GENIAL ;)