sábado, 22 de enero de 2011

Los actores que podían demasiado

Fui a ver 39 escalones y me divertí mucho. Giovanni Ciccia, Cristian Ysla y Manuel Gold, muy bien acompañados por Emilia Drago, se lucen en una comedia que parece por momentos fuera de control pero que en verdad está muy bien manejada –en su código clownesco y burlón- por David Carrillo, su director.

La obra

La obra es una adaptación para cuatro actores de la famosa película de Alfred Hitchcock del mismo nombre. Lo particular es que obliga a dos de ellos a interpretar por lo menos 30 personajes, pasando vertiginosamente de uno a otro, incluso haciendo dos papeles distintos en la misma escena. Este recurso genera una contradicción muy rica y divertida: mientras la historia que el protagonista cuenta es un oscuro policial, llena de misterio y acertijos, la puesta hace todo a tal ritmo que nos salimos de la narración –que debería asustarnos o mantenernos tensos- para reírnos de esta obligación actoral de cumplir con lo que la obra exige pasando mil veces por el aro del cambio de personaje. Como no la he visto en otro país me pregunté al final si sería igual de payasesca en otros montajes o si la habrán montado con un poco más de seriedad, tratando de conservar el toque de film noir (que obviamente debe acabar viniéndose abajo). Esta doble vía expresiva, este contar en joda una historia seria me resulta inspirador y creativo, además de lo mucho que me aporta el ver una historia para muchos contada para pocos y con pocos recursos. Entonces vamos a eso.

Los recursos

Cuando digo pocos recursos me refiero a pocas cosas, poca inversión, poca escenografía, porque tratándose de recursos teatrales e imaginativos, tiene muchísimos: teatro de sombras, pantomima, farsa, stand up, impro, hasta ese extrañamiento burlón propio de las comedias de varieté. Los cambios de escena están muy bien resueltos con objetos, maletas, cajas y biombos. Las referencias a otras películas de este director (y su aparición) son deliciosas. Ysla y Gold hacen lo que quieren con la pelota y Ciccia compite con ellos persiguiendo el famoso Mac Guffin del señor Hitchcock, tan sencillo y tan útil para crear y entretener. Drago aparenta ser al inicio otra chica linda de las que ponen en las obras para que se vean mejor pero acaba imponiéndose y mostrando que no está allí solo por bonita sino por actriz.

Un placer recorrer estos 39 escalones en el Teatro Vargas Llosa, y como ya se acaba este fin de semana les recomiendo no perdérsela (error que cometí en la temporada del 2010). Eso sí, si van en tono serio y exigente van a perderse la mejor parte de todo, que es justamente la burla continua de esa seriedad, de ese lado ceremonioso y acartonado del teatro que algunos espectadores esperan. Vayan a buscar risa y les aseguro que la encontrarán. Y si escribes teatro anda, sorpréndete y aprende.

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