Empecé a escribir críticas teatrales en la revista Caretas. Esta fue la primera que mandé, sobre la obra de Mario Vargas Llosa que se estrenó este año, pero era demasiado rara como crítica. La verdad no me provoca apalear ningún montaje y en dos ocasiones suelo no comentarlos: si tiene demasiado éxito o si no me gustó lo que vi. Porque en ambos casos no hace falta decir más. Pero para compartirla, acá va la nota que nunca salió.
NUNCA FUEGO: SOLO CHISPAS
I
Imagina que la persona a la que nunca confesaste tu amor sigue a tu lado 35 años después. Imagina que metiste la pata y hace 35 años le demostraste que su amor te sabía a podrido. Imagina que no eres capaz de pedir perdón y que te pasas décadas evocando su rostro en los momentos más importantes de tu vida, en tus fracasos sexuales y tus éxitos bursátiles. Imagina que sigue a tu lado, a veces con otro cuerpo y otra forma, que vives con ella mil historias y que ella, imaginada, te ayuda a crear mil más. ¿Puedes concebir todo eso? Chispas, el banquero, sí puede. Pero ese poder para imaginar no es bendición ni talento: es su condena. Sísifo enamorado hace rodar a diario el cadáver de su pasión.
II
La obra Al pie del Támesis de Mario Vargas Llosa tiene todos los ingredientes del éxito, y el público los disfruta. Un autor famoso, una sala de buen nivel, una pieza que fluye, un par de buenos actores –Berta Pancorvo y Alberto Isola- y un director solvente, Luis Peirano, que ha sabido cabalgar entre el realismo –que en exceso hubiera traicionado al texto- y lo onírico –que en demasía hubiera arruinado el final. Esta suma fascina y entretiene al público y no parece frustrar a nadie salvo a quienes esperan ver en Vargas Llosa un Beckett o un Koltés. No lo es. Es Vargas Llosa, que ya es bastante, y aunque suena más a novela que a teatro, eso parece ser más elección que defecto.
III
Chispas, de ti podría escribirse mucho: eres el winner que sube y sube pero por dentro, pobre, te hundes más y más en la culpa, todo te destruye, nada te transforma. Tuviste el amor a dos centímetros escasos de tu boca y no pudiste. Tuviste la felicidad cerca y le partiste la boca. Ahora te seguimos por el mundo sólo por el placer de oír tus fantasías, porque todos disfrutamos de lo que imaginas y devoramos el fruto creativo de tus frustraciones. Pareces vivir aquí y ahora pero es mentira, Chispitas. Vives allá y entonces, en el pasado y en tu Miraflores decadente pero decente. Todo te duele y por eso todo en tu cabeza se vuelve cuento, farsa de amor e historia de horror al mismo tiempo, y vas detrás del éxito nada más para ocultar que de tu infelicidad nace tu ingenio. Pobrecito Chispas. La vida, aunque creas que se repite -como en el teatro- en realidad no tiene vuelta. Cada día es nuevo como el agua del río y viene cubierto de niebla, de fantasmas, de un dolor vasto y profundo como tu imaginación.
IV
Chispas y Pirulo se encuentran en el Teatro Británico a las 8 de la noche, decentes y decadentes, sufriendo juntos en el corazón de Miraflores.