Para estar siempre feliz se aferraba a los recuerdos.
Para no perder recuerdos los guardaba en una cámara.
Para no perder la cámara la metía entre sus papeles.
Para no perder los papeles los embutía en una mochila.
No perdía la mochila: la llevaba en el automóvil.
A su vez al automóvil lo albergaba en el garaje.
El garaje no se movía: era parte de la casa.
La casa, con sus objetos, era base de la vida.
Un día, la casa ardió.
Para no perder la vida hizo lo que nadie haría: estar siempre feliz y sonreír sin descanso, sin fotos, sin papeles. Cubierto de cenizas pero atado al porvenir.
La ilustración es de una página delirante dedicada al Tarot y su simbología.