viernes, 28 de enero de 2011
Tú tampoco lloras.
domingo, 23 de enero de 2011
Palabras son puentes
Pasó por Lima, y por el teatro donde estaban poniendo una obra mía, Carlos Espinosa Domínguez, investigador teatral que ha puesto el ojo sobre el teatro peruano y lo analiza en los últimos años con profusión y esmero, llevando nuestra creación a miles de personas que, fuera del país, poco saben de ella. Me regaló algunos libros de su autoría -que ya comentaré- y el número 332 de la revista Primer Acto, que incluye un rico dossier dedicado al teatro peruano, con textos de Ernesto Ráez, Tomás Temoche, Miguel Rubio y el mismo Espinosa, además de la obra Vladimir de Alfonso Santisteban. Lo leo y releo –porque confieso que de la crítica inteligente y de los análisis sociales salen muchas buenas obras- y lo recomiendo.
Copio una pequeña parte del editorial ardiente e inteligente que escribe el director de Primer Acto, José Monleón.
IV
Surge aquí una cuestión fundamental: ¿Puede el mundo de hoy encontrar en la experiencia política sus caminos para el futuro? Amin Maalouf, en su sugestivo libro El desajuste del mundo, acaba de decirnos que no. Transcribo de su prólogo el siguiente párrafo:
“En la etapa actual de su evolución, la humanidad se enfrenta a peligros nuevos, sin parangón en la historia, y que requieren soluciones mundiales inéditas; si nadie da con ellas en un futuro próximo, no podremos preservar nada de cuanto constituye la grandeza y la hermosura de nuestra civilización; ahora bien, hasta el día de la fecha, pocos indicios hay que permitan esperar que los hombres vayan a saber superar sus divergencias, elaborar soluciones creativas y, luego, unirse y movilizarse para empezar a aplicarlas; hay incluso muchos síntomas que hacen pensar que el desajuste del mundo está ya en una fase avanzada, y que será difícil impedir un retroceso”.
Maalouf pasa revista a una sucesión de episodios de la historia contemporánea y nos coloca, en cada caso, ante desenlaces que dejan abierta una cuenta pendiente, y reavivan viejas querellas religiosas, culturales, territoriales, ideológicas, sociales y de muy diverso carácter. Es lógico que millones de seres humanos piensen que, si la historia ha seguido así hasta hoy, cambiando simplemente el nombre de los vencedores y de las víctimas, no hay ninguna razón para que no siga igual en adelante. Contra esa idea se rebelan una serie de hechos que han alterado las bases de la realidad. Simplifiquemos: la comunicación ha establecido una nueva relación entre la diversidad. Cierto que todavía hay autoridades que vulneran la legalidad para no empadronar a los inmigrantes, y que ilustres gobernantes europeos parecen añorar el Holocausto para acabar con la inmigración; cierto que del orden político y económico que impide el desarrollo de continentes enteros –la patria originaria de la emigración- no se responsabiliza nadie; cierto que para algunos los mil doscientos millones de hambrientos, con su cuota diaria de muertos, simplemente no existen; cierto que algunos se burlan del cambio climático; cierto que el desarrollo del armamento parece inseparable de la normalidad… Inesperadamente, en vez de las respuestas racionales y coherentes, surgen profundas regresiones, nostalgias tribales, fantasmas religiosos, que ocupan el lugar del nuevo discurso político y económico que solicita la humanidad. ¿Qué hacer? Parece que plantearse la cuestión es tanto como desoír las demandas inmediatas de nuestra época. Pienso que eso es una expresión más de la pobreza de nuestra experiencia política.
sábado, 22 de enero de 2011
Los actores que podían demasiado
Fui a ver 39 escalones y me divertí mucho. Giovanni Ciccia, Cristian Ysla y Manuel Gold, muy bien acompañados por Emilia Drago, se lucen en una comedia que parece por momentos fuera de control pero que en verdad está muy bien manejada –en su código clownesco y burlón- por David Carrillo, su director.
La obra
La obra es una adaptación para cuatro actores de la famosa película de Alfred Hitchcock del mismo nombre. Lo particular es que obliga a dos de ellos a interpretar por lo menos 30 personajes, pasando vertiginosamente de uno a otro, incluso haciendo dos papeles distintos en la misma escena. Este recurso genera una contradicción muy rica y divertida: mientras la historia que el protagonista cuenta es un oscuro policial, llena de misterio y acertijos, la puesta hace todo a tal ritmo que nos salimos de la narración –que debería asustarnos o mantenernos tensos- para reírnos de esta obligación actoral de cumplir con lo que la obra exige pasando mil veces por el aro del cambio de personaje. Como no la he visto en otro país me pregunté al final si sería igual de payasesca en otros montajes o si la habrán montado con un poco más de seriedad, tratando de conservar el toque de film noir (que obviamente debe acabar viniéndose abajo). Esta doble vía expresiva, este contar en joda una historia seria me resulta inspirador y creativo, además de lo mucho que me aporta el ver una historia para muchos contada para pocos y con pocos recursos. Entonces vamos a eso.
Los recursos
Cuando digo pocos recursos me refiero a pocas cosas, poca inversión, poca escenografía, porque tratándose de recursos teatrales e imaginativos, tiene muchísimos: teatro de sombras, pantomima, farsa, stand up, impro, hasta ese extrañamiento burlón propio de las comedias de varieté. Los cambios de escena están muy bien resueltos con objetos, maletas, cajas y biombos. Las referencias a otras películas de este director (y su aparición) son deliciosas. Ysla y Gold hacen lo que quieren con la pelota y Ciccia compite con ellos persiguiendo el famoso Mac Guffin del señor Hitchcock, tan sencillo y tan útil para crear y entretener. Drago aparenta ser al inicio otra chica linda de las que ponen en las obras para que se vean mejor pero acaba imponiéndose y mostrando que no está allí solo por bonita sino por actriz.
Un placer recorrer estos 39 escalones en el Teatro Vargas Llosa, y como ya se acaba este fin de semana les recomiendo no perdérsela (error que cometí en la temporada del 2010). Eso sí, si van en tono serio y exigente van a perderse la mejor parte de todo, que es justamente la burla continua de esa seriedad, de ese lado ceremonioso y acartonado del teatro que algunos espectadores esperan. Vayan a buscar risa y les aseguro que la encontrarán. Y si escribes teatro anda, sorpréndete y aprende.
sábado, 1 de enero de 2011
Punto fijo
Cuando uno corre y se siente morir a media maratón decide fijarse un hito cualquiera como el punto desde el cual recomenzará la carrera. Esa señora de rojo, ese poste en la esquina, ese carro negro, a partir de allí volveré a correr, cobraré fuerzas, seré otro. Para eso sirve un año nuevo: para sentirse poderoso, para retomar la competencia, para darse nuevo impulso. Dividir un gran esfuerzo en partes asumibles es el mejor consejo para quien enfrenta una tarea inmensa, y no hay tarea más inmensa que la vida. Es verdad, es el efecto odómetro, está en los humanos creer que pasa algo mágico cuando los numeritos del cuentakilómetros marcan un 20000 o cuando la luna cambia o algo así. Pero sin esas divisiones, sin esos cambios o esos falsos amaneceres, la vida sería continua y aburrida como la banda que arrastra tus maletas en el aeropuerto. Y nadie quiere ser banda ni maleta ni piedra detenida.
Feliz 2011.