Lo siento mucho. He descuidado este blog porque estoy temporalmente en otro, un blog de los del diario El Comercio relacionado con, es obvio, el teatro.
La dirección:
http://blogs.elcomercio.com.pe/tuvidaespuroteatro.
Ahí nos vemos. 60 entradas y lo cierro. No duerman con payasos cerca.
El gráfico es de un afiche que venden en All posters.
viernes, 25 de abril de 2008
miércoles, 9 de abril de 2008
"Tá bueno"
El amor empieza cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.
El amor empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.
El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.
Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.
Poema de Roberto Juarroz que me envió Gabriel Gargurevich.
martes, 8 de abril de 2008
Carta de presentación
En la revista Muestra se publicó, en 2007, la obra La cisura de Silvio de Víctor Falcón. Para esa edición escribí este texto de presentación. Lea y difunda Muestra, la revista de teatro que Sara Joffré edita para bien de todos los dramaturgos peruanos.
Mirando hacia atrás sin ira
Volver los ojos hacia el pasado es, sin la debida sabiduría, atreverse a enfrentar el dolor. El dolor de los malos momentos –lacerantes, inolvidables- y el del paso del tiempo, que vuelve sufrientes incluso los viejos instantes de alegría.
En nuestro país, que se niega con perseverancia a reconsiderar sus desaciertos, mirar hacia atrás es un ejercicio inusual pero constructivo. Porque los errores y las frustraciones del ayer nos hacen lo que somos, pero además nos llenan de oportunidades. Si lo vivido es una condena puede ser también un punto de partida, la posibilidad de asumir los deseos y fracasos, de reconstruirnos. Lo sabe Aurora, la abuela de esta conmovedora obra de Víctor Falcón, quien simboliza este retorno al pasado. Para ella, la edad recuerda. Decidida a recuperar a quien amó, hace un viaje imposible hacia sus días de juventud, acompañada de su nieto Rodolfo, para constatar con dureza que ese pasado se ha desvanecido, que sólo es posible reedificarlo dentro del alma para dar un paso adelante, para perdonar y avanzar en paz. Esta historia de un niño y su abuela –que pierde la razón mientras recupera la emoción- podría ser tomada como una metáfora del viaje hacia lo más profundo que el teatro regala al espectador. O como una constatación más de que nuestro Perú se representa con mayor claridad a través del olvido y de sus huérfanos, como en tantas obras de niños sin padre que tachonan el teatro peruano contemporáneo.
Ese huérfano es el espectador (hoy el lector) y esa abuela loca, de apetitos libres y palabras indomables, es el teatro que lo toma de la mano para hacerlo cruzar a oscuras el río de los recuerdos y de las emociones más reveladoras, aquellas que pueden volvernos más sabios, más unidos, más justos con los demás y con nosotros mismos. Poder mirar hacia atrás con sabiduría y tolerancia es la mayor enseñanza de esta pieza reparadora. Dejémonos llevar por esta Aurora ardiente, por este Silvio fascinado, por este autor que comienza a hacer teatro con pequeñas situaciones que contienen grandes verdades. Y que hacen sentir al espectador pleno, certero, fuerte, vivo, libre.
jueves, 3 de abril de 2008
Reporte del tiempo
Empecé el año detallando las cosas en que andaba metido. Pero del verano al otoño todo avanza, sorprende y cambia. El proyecto Matalaché se cayó porque no habían considerado que tenían que pagarme, se les pasó ese detalle. Se estrenó Laberinto de monstruos en un montaje del que puedo decir muchas cosas, pero en privado. Entré en un curso con un dramaturgista alemán y descubrí que no me interesa el tema pues se parece mucho a mi trabajo publicitario y muy poco al placer de escribir teatro. Hasta ahí todo parece desilusión, pero no. Hice mi taller de clown con Fiorella Kollmann -excelente- y hasta tuvimos una micromuestra pública. Debo seguir. Reuní en mi casa un grupo de escritores jóvenes y gente que me cae bien y me interesa por su cabeza, aunque no logré que volvieran a reunirse más de tres veces. Es el poder corrosivo del verano, creo. Insistiré. Escribí dos obras didácticas para Teatrovivo y planifiqué dos más que tengo en mente, en borrador, pero para mí. Parece que escribiré algo para mi amiga y buena actriz María Laura Vélez, lo que sería un placer. Contacté en la lista cinemaperu de yahoo! a mucha gente con la que terminaré creando algo. Terminé el texto para libro de mi pieza infantil La pera de oro y parece que este abril tendré un blog en un periódico, lo que me resulta retador y divertido a la vez. Con Brunella avanzamos el proyecto fotográfico/publicitario para la exposición en El ojo ajeno y de paso, ideamos fotos nuevas. Mi relación avanza bien y descubro, con el otoño, que debo dejar caer muchas hojas que ya se me secaron para enfriarme con quienes quiero, abrigarme en casa y luego salir a la vida otra vez. Esa es la decisión de abril. Dejar que las hojas caigan y alejarme de todo lo prescindible, lo que quita tiempo y roba energía, por lindo que sea. Focalizar y avanzar.
La imagen es de una web que vende stickers.
La imagen es de una web que vende stickers.
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