Quiero sentarme
a escribir porque al hacerlo hago mío al mundo, al escribir entiendo a todos,
al escribir nada me sorprende porque cualquier sorpresa la he planeado yo y si
alguien da un giro súbito no es súbito para mí y sé bien dónde ponerme para que
no me golpee la vida con sus vueltas de campana ni me aplasten las ilusiones
que mientras más grandes son, más daño hacen al caer. Escribiendo puedo
librarme del trago amargo de la realidad o por lo menos preparármelo a mi
gusto, tanto de azúcar, tanto de odio, tanto de anís. Escribir es una puerta pequeñísima por donde
salgo dividido en mil yos que combaten y ríen y del otro lado se enfrentan a millones
de tús y a sus flechas que no dañan porque están hechas de mi aire y de mis palabras
que como arena pegan en mi corazón, se desmenuzan y lo abrillantan. Escribir es
lo que hago aunque deje de ver por ello a las personas que amo y deje de amar a
las personas que veo y deje de creer que hay amor, personas, visiones o algo
más allá de esta fila de letras con la que tejo y destejo el manto de la
locura. Escribir es el mar, la tormenta, el barco hundido, la boya, la pistola
de señales y el héroe nadador al cual los desesperados nos abrazamos hasta
matarlo y ahogar su voluntad de salvarnos porque matar es escribir, como
salvar, morir, flotar, gorgotear, llorar y evaporarse. Escribir es el último
acto de libertad cuando el resto del mundo se ha impuesto sobre tus horarios, tus
deseos y tus acciones. Escribir es un no que se repite con cada párrafo, un no tonante
y tan bello que resuena en el vacío y entre las hojas que caen y sus sombras
variables. Escribir es saber lo que va a pasar y torcerle el brazo al tiempo, a
sus relojes, al tictac de la vida que dejamos pendiente en el momento en que
decidimos cambiarla por la ilusión que vive del otro lado del lápiz.Escribir es
arder para que respeten tus cenizas. Es llenar con agua una taza de madera para
que el reflejo de tus dichos, como el sol, la haga retoñar.