domingo, 21 de noviembre de 2010

Hay de todo

Hay la que se queda a dormir

Hay la que se queda dormida

Hay la que no te deja dormir

La que nunca dormiría contigo

La que provoca quedarse dormido

Hay la que duerme contigo y sueña con otra

Hay la que duerme con otro y sueña contigo

Hay la que por ti no duerme

Y hay la que odia verte dormir

Hay la que sueña con dormir contigo

O la que se mueve en sueños

hacia ti.

Hay la que solo el amor logra dormirla

Y la que despierta con la cama tendida

O la que te tiende la cama, además

Hay la que miente diciendo que cuidó tu sueño

Hay la que comparte el insomnio pero el sueño no

La que te hace sudar dormida más que cuando está despierta

La que gruñe y suspira más despierta que dormida

La que se agita y llora solo cuando duerme

La que sueña distinto en camas diferentes

La que cambia de soñador pero nunca de sueño

La que despierta a medianoche y brilla

Hay la que te hace cantar dormido

Hay la que te hace soñar despierto

Y hay una que sueña

lo mismo que tú.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Todos somos hogueras

Mi amigo me regala el libro con cariño, me dice escribe muy bien esta tipa y yo lo recibo agradecido. Tres meses después lo leo, encerrado en una filmación, y me dedico a destazar los mil errores que ni siquiera tiene la decencia de esconder. Errores tontos que me hacen insultarme en silencio diciéndome qué horror sentir que soy el Marco Aurelio Denegri de nadie. “Los dedos de Paula tronan a centímetros de mi cara”… “al borde de un ataque nervios” (así, sin de)… “con un discreta aplicación de raso” (sic)… verbos enredados como “pretende aparentar” y mil cosas de esas como “me dispongo emprender”, etc. etc. Sobran comas y peor: faltan puntos. Como a mi amigo lo quiero mucho lo callo todo y me digo con esa sabiduría pedante de quien cree que se autoeduca, algo sencillo y claro. Quizás Denegri lee un libro de esa manera cuando no hay otra cosa en él que llame la atención. Quizás eso nos quiere decir y ni siquiera se ha dado cuenta. Quizás un mal cuento, una novela sosa, un hatajo de personajes sin alma solo merezcan que se les busquen las redundancias, que se subraye su cacofonía, que les espulguemos lo superficial porque debajo de la apariencia solamente hay nada. Nada. Y es, para colmo, una nada poco atractiva, sucia y descuidada. Leemos con fuego y maldad aquello, que de raíz, no nos gusta.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Siempre a favor, siempre en contra.

Yo escribo por oposición o por compromiso. Si veo una obra sobre el padre y el tema me compromete, escribo otra, mi obra sobre el padre. Si una forma teatral me compromete, la sigo, y si me comprometo con una actriz o un proyecto grupal, escribo para ellos. Pero también me opongo a algo, siempre. A la indiferencia. Al salvajismo. Al abuso. A la familia como cárcel o como estructura para perpetuar la estupidez. A algo. Siempre pienso eso cuando escribo, con qué estoy comprometiéndome y a qué me opongo. Y a veces me opongo a pequeñas cosas que me parecen inadmisibles o simplemente feas. Me opongo a poner demasiada gente en un escenario. Me opongo a los ruidos fuera de escena anticipando una acción. Me opongo a tocar temas religiosos (porque creo que el peor ateo es el que habla de Dios). Me opongo a poner a quienes desprecio como personajes de mis piezas: es casi hacerles publicidad. Me opongo a la comedia estúpida de quienes ríen sólo porque dando palmadas se creen felices. Me opongo a decirle a los demás qué pensar y qué creer (eso es entontecer y envejecer: pasar del creo que habría que hacer esto al ¡tienes que hacer esto porque ESTO es lo correcto!) porque pienso que los pensamientos no son papelitos que se recortan y se ponen abajo del vidrio del escritorio, los pensamientos son para pensarlos. Me opongo a hacer cosas sólo porque me tocan el alma: una obra tiene una función más grande que la de hacer de kinesióloga de mis sentidos o de mi ego. Me opongo a la imbecilidad de quienes se declaran superiores para que no se note que sólo hacen cosas bajas y viles. Me opongo. Y a la vez, me alegro. Porque nunca creí que para oponerse hubiera que rabiar o imponerse (aunque a veces hace falta, mucha falta). Me opongo haciendo. Allí empecé. Pensando que en todo compromiso hay una oposición, como que en todo amigo hay un feroz crítico y en toda gratitud hay una gota de odio. Nada más. Se nota que estoy aprendiendo de mi hija adolescente, y lo digo en serio.

Tú, habla. ¿A qué te opones? ¿Con qué te comprometes?


La foto es de Crowwalker.