jueves, 30 de abril de 2009
La mejor amiga
jueves, 23 de abril de 2009
La chica se llamaba Melody
viernes, 17 de abril de 2009
Maldito cubito
viernes, 10 de abril de 2009
Ni calco ni copia: creación heroica
Leí una obra y me inspiró escribir otra parecida.
Siempre me ha pasado.
Me lleno de historias que me conmueven y luego, una obra ajena me impulsa a escribir mi historia.
Ocurre a veces cuando leo algo que me toca mucho, que me conmueve por la integración de lo formal, lo emocional y lo social. Ocurre también, para bien y para mal, cuando veo un montaje que no me gusta y anoto no sólo mis impresiones sino las mil ideas que me llenan la cabeza para aprovechar esa escalera inútil, ese buen actor desperdiciado, ese gran momento de tensión que resalta de improviso en una mala puesta.
De obras ajenas saco impulso pero sobre todo, sugerencias estructurales, una idea de la forma primigenia de mi obra, una en la cual mi historia pueda calzar y que además me permita desarrollar el lenguaje como quiero en ese momento.
¿Cómo quiero escribir ahora?
Después de leer a Lukas Bärfuss quiero una obra breve, con la historia de una desgraciada a la cual le pasen pocas cosas pero todas malas. Una historia en la que todos los personajes que la rodean se sientan buenísimos pero hagan, a vista del espectador, maldades espeluznantes. Además quiero que no haya monólogos, que el diálogo corra como Woyzeck –"como una navaja abierta"- y que las acotaciones sean escuetas y mínimas, como en Las neurosis sexuales de nuestros padres, la obra de Bärfuss que tanto me ha estimulado. Maestro. Escribí de él en mi blog de El Comercio, pero todo esto que es más personal viene acá, para saciar mis ganas de contar mi proceso y tu curiosidad, (sí, la tuya, decadente espía, que abres la boca sorprendido al saber que de sorpresa, con esta frase, te señalo con el dedo). Guiño para la platea, venia y hasta pronto.
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La foto es mía: una banca en un parque de Disney.
En esta web encontré este comentario que comparto por útil:
"Lukas Bärfuss cuenta la situación de Dora con brevedad, en escenas cuyo sabor lacónico revela los esfuerzos que les ha dedicado. Se abstiene de toda explicación del hierro caliente social que también se podría forjar de esta historia. No toma postura y no toma partido. Observa y muestra. Observa con la mirada ligeramente maligna del satírico que se detiene en personas en apuros, es decir, sus escenas emprenden siempre el camino más directo al quid de la cuestión, pero no acusa. No hay sitio para palabrerías solemnes esquivas. Y en esta discreción reside la fuerza de su obra. Aparte de Dora, naturalmente. No hace de ella una heroína ni una santa, y menos aún una víctima lamentable. No se pone delante de ella en tono pedante. La observa desde una distancia casi tímida. Es totalmente preciso cuando trata los detalles de su comportamiento, pero no la somete con pedanterías auctoriales. El secreto de su ingenuidad, que es también el secreto de su indestructibilidad, permanece sin revelar. Y eso no sólo está bien. Es hermoso".
(Dorothee Hammerstein, Programa de mano Jornadas de Teatro de Mülheim 2003)