viernes, 16 de julio de 2010

Cómo dejar de hacer listas

Entrégate al deseo. Uno solo. Intenso, luminoso. Uno que no puedas dejar de mirar ni de seguir. Una columna de humo durante el día, una torre de fuego por las noches, solamente uno. Búscalo. No es fácil hallarlo. Cuando esté –porque no se crea, no lo creas, no te lo dan, no aparece: está- cae de rodillas. No pensarás en otra cosa. No desearás nada más. Se borrarán entonces todas las listas, la ropa de la lavandería, las deudas por pagar, los amigos por visitar, las ciudades que esperan tu mirada…

Así se escriben los grandes libros. Así aman los grandes amantes.

Es un cuerpo el deseo manifiesto. Ámalo centímetro a centímetro. Siente toda su piel y bajo ella los músculos y bajo ellos, los huesos. Tu esquizofrenia tratará de hacerte huir, querrá ponerte a pensar mil cosas nimias, te detendrá en pleno clímax para pedirte que anotes las fotos que puedes tomar y los correos que aún no has enviado. No pares. No pienses. No anotes. Blanquea tu mente quemándola en este deseo. Con cada lista que se incendie en él su fuego será más grande y alumbrará las noches de tu locura, de una locura diferente que no estará hecha de mil meteoritos sino de un sol inmenso, un deseo gigantesco que cree que te devora cuando en verdad eres tú quien se lo traga feliz e incandescente.


Para Diego

1 comentario:

Natalia dijo...

me gusta! yo ya encontré mi deseo, qué suerte tengo!