martes, 29 de noviembre de 2011

Morir en el Sheraton Hotel, oh slippery shower floor.



Me levanté pensando en la conversación de anoche, en esos momentos terribles que hacen que te preguntes ¿es esto para mí? y que aparecen en tu negocio, tu matrimonio, tu vida profesional. Tu carrera, tu mujer, tu oficina, ¿las quieres suficiente para soportar los grandes avatares, la quiebra, la infidelidad, las exigencias, el maltrato? Si no soportas eso, pues… debe ser maravillosa, pero no es para ti. De eso hablábamos, muertos de risa y de miedo. Piensa: si te murieras ahora, ¿sentirías que moriste satisfecho o que te pescó la Parca en un momento incómodo, haciendo lo que no te gusta o rodeado de personas que en verdad no quieres? Fue lo primero que recordé cuando desperté, como siempre, pocos minutos antes de que suene la alarma o –en este caso- antes de que llame la recepcionista del hotel para decirme llamada para despertarlo, señor, son las 7 y 15 de la mañana.
Me apuro para meterme en la ducha, con un frasquito de champú en una mano y el cepillo de dientes en el otro. Pongo un pie dentro y cuando meto el segundo, el primero gira y pierdo el equilibrio. Me voy a caer en la ducha, pienso, me voy para atrás y no puedo evitarlo. Abro mucho los ojos y no veo pasar mi vida sino al baño girar, la pared de la ducha, la arista superior, el techo, el tubo de la cortina. Tal vez eso indique que no me voy a morir. Noto que sigo agarrando los objetos en vez de soltarlos para sujetarme de algo y me digo morirás por tonto, por haberte aferrado a estas cosas insignificantes, al final te matarás tú mismo en vez de que otro lo haga por ti. De repente me entiendo, o me justifico: estoy prendido de estas cosas porque estoy curvándome hacia adelante, estoy cayendo de espaldas sobre el suelo de mayólicas pero así evito pegarme en la cabeza, la llevo hacia adelante, le daré al piso con mi espalda curva y tensa y no con mi amada cabecita, como me enseñaron a caer con una silla en unos clases de clown físico, no sé si en una ciudad suiza o en un taller barranquino, da lo mismo, impacto en 3, 2, 1…
Choco. Me pego el golpe y lo siento mucho menos doloroso de lo esperado. Me relajo y miro al techo. Estoy en el piso helado, echado en el centro del baño. Asustado pero tranquilo. Muerto pero solamente de risa y miedo. Mis clases de clown a los veintitantos acaban de salvarme la vida. Mis pies reposan sobre el borde de la tina y mis rodillas han quedado en ángulo recto como si fuera a hacer abdominales. Mis manos agarrotadas aprietan el cepillo y también al pequeño frasco que ha perdido la tapa, por la caída o por mi presión. La tapita sigue girando fuera de mi vista pero su ruido es lo único que se oye aquí, un rac rac rac insignificante. Terrible situación para ser encontrado muerto, pienso, desnudo y con estas tonterías en las manos, los pies arriba, en un hotel donde un pasajero debe pagar caro para resbalarse igual que yo, lejos de casa, lleno de pensamientos que no termino de procesar. Me levanto y entro a bañarme con temor, como un torero corneado que vuelve a la plaza después del susto y la espera. Doy cada paso en la ducha como si fuera el último. Me baño, me visto, bajo a desayunar, vengo a seguir filmando como si nada hubiera pasado. Quizás le cuente a alguien lo que me ha pasado. Quizás me empiece a doler la espalda. Quizás solo el hotel debería saberlo. Estimado señor gerente del Hotel Sheraton ¿cuánta gente en su hotel se mata por las mañanas? ¿Es esto para mí?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial como me has hecho reir, yo una vez casi me caigo así de espaldas tambien en el baño de discapacitados de la universidad. Por no soltar mi cartera para que no se caiga al water, no me agarraba de la pared así que me pegué como porfiado primero para un lado luego para el otro y acabé entre el water y la pared pero bien agarrada de mi cartera....y tampoco vi toda mi vida universitaria pasar...