Lo bueno del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa –además del orgullo de saberlo peruano, de sentirlo nuestro, de ser parte de su ficción- es sentir que su cercanía nos redefine a todos. Sentir, si eres novelista, que de repente alguien se interesa en ti llevado por este triunfo (como si al ganar Orham Pamuk te hubieras interesado por otros escritores turcos) o más sencillo aún: sentir que como peruano ya eres alguien un poquito más importante en la gran ficción literaria que aprecia –y que es- el mundo. Saber que esa calle que menciona en sus obras es la misma donde te has tomado un trago o donde besaste a tu primera chica, o que tus atardeceres son los mismos que él narró, que los dictadores que insultó son los que odiamos y los ofendidos que él cantó somos nosotros. La inmediatez de esa aura de grandeza siempre tiene algún efecto extraño, mágico, revelador, casi como la muerte pero al revés. Cuando alguien muere buscamos a quienes lo tuvieron cerca y revaloramos sus rincones, sus costumbres, sus palabras, sus pequeños objetos. Hoy con el Nobel busco en mi mente a los amigos que han actuado en una obra suya, a quienes vivieron en sus calles miraflorinas, a quienes se sacaron una foto con él o al abuelo inolvidable que me regaló
ese libro. Y hoy, con este Nobel, somos todos más grandes pero somos también más chiquitos, y esa es otra lección. Una lección de dedicación, trabajo y consecuencia, incluso con ideas que quizás yo no comparta, pero consecuencia al fin, que ya es pedir mucho en estos tiempos en que el pastiche posmoderno justifica volar donde el viento mande o bailar lo que el dinero cante.
Ya no puedes seguir haciendo lo que haces.
Ya no puedes resignarte a ser útil y admirado sólo en tu aldea porque hoy has visto que se puede llegar más lejos, ser más grande a más distancia.
Ya no puedes trabajar pensando en la aprobación de tres o cuatro amigos de la prensa, sino en el aprecio exigente de una crítica mundial, más grande que este rincón.
Ya tienes que preguntarte si eso que haces merece que el mundo lo conozca, o si trabajando unos 15 años más merecerá al menos acercarse a esta fama, este reconocimiento y este aprecio universal, indiscutible y aleccionador.
Qué vas a causar con lo que escribes, qué vas a transformar, qué vas a ser y hacer con tu obra. Miro a mi alrededor después de esta noticia y todo me parece pequeño, mal hecho e inútil. Habrá que usar de impulso esta alegría para empezar a corregirlo todo.
Prometo empezar por mí.
La caricatura es de Omar Zeballos.
1 comentario:
Hola.
Me encanta Vargas Llosa, pero me trajo acá otra cosa. Hace unos años representé en una muestra de teatro la obra "Háblame como la lluvia" de T. W. Lamentablemente la perdí o la presté y estaba buscándola en la web porque la quiero trabajar de nuevo ahora que soy más grande y tengo un poquito más de experiencia. Ví que tenías un enlace, pero que caducó o algo parecido.
Si no es mucha molestia y la tenés en la web, podrías mandármela a teatralizada@hotmail.com.
Te lo agradecería muchísimo.
Saludos desde Argentina.
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