viernes, 31 de agosto de 2007

Sólo me queda el goce de estar triste



Cada vez que conocemos a alguien, mil posibilidades de futuro aparecen, como caminos que se abren donde sólo había bosque. Y uno elige cuál seguir. Se enamora. Apuesta.
Pero a veces no eres capaz de apostar, a veces no sabes si quieres avanzar, a veces el último camino te hizo sufrir tanto que no quieres volver a andar solo. Y mucho menos acompañado. No quieres hacer sufrir y sobre todo, no quieres sufrir. Has dejado de creer en el futuro y los caminos que trajo la nueva persona vuelven a cerrarse. Y vuelves a estar perdido y solo en un bosque, bajo la luna.
Esa es la oportunidad de volver a estar contigo. De entender qué quieres. De encarar el trabajo como una forma febril de construirte y no como una fuga compulsiva. Volver a amar lo que haces para amarte de nuevo. No comprometerte, no utilizar, no prometer. Sólo dar pasos lentos y firmes, como en un juego. A Borges le atribuyen un largo poema cursi cuya frase más pertinente ahora es:
“Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores…”
Solo en el Cusco, dictando un taller de dramaturgia para jóvenes inteligentes y entusiastas, pienso en todo y nada a la vez. Planto mi propio jardín y asumo mi dolor, mi soledad, mis odios, mis distancias. Tal vez te arranque de mi jardín. Nos dolerá a los dos. Pero luego creceremos.
Del dolor habló Borges mejor que yo, en un poema que sí es de él, claro y admirable como nada de lo que digo hoy.


1964

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

En otro texto falso y cursi le atribuyen a Borges algo así como "comería menos habas..." y esas estupideces. Sabes dónde encontrarlo?

Anónimo dijo...

¡No odies papaceto! Te hace daño, no hay que tener odeos.

La que no odia pero tiene miedos.

Anónimo dijo...

¡Ya pe tío escríbete algo nuevo!