Y resulta
que ahora el impuesto a la renta -es decir, a tu sueldo- en Dinamarca y otros
países de Europa ha crecido enormemente, hasta 40%. Todo lo tuyo prácticamente va
para el Estado, como en la postguerra. Hambruna, pobreza, desempleo,
desesperación. Y en consecuencia, miles de indignados protestando en las
plazas, en esos lugares de pobres donde se enfriaban los sin suerte y donde se
congelan ahora todos los europeos, las nuevas víctimas de una guerra en la cual
en vez de ser bombardeados por el ejército de otra nación han sido destruidos
desde dentro, cañoneados financieramente por una entente de bancos, por esos aliados invisibles que ahora son más
ricos que los ricos países a los que saquearon, esos generales de cuello blanco
que atacan sin tanques, con corralitos, quiebras y maniobras bursátiles, y cuya
bandera es un dólar gigantesco. La guerra de hoy mata más despacio y tiene al
enemigo paseando por tus avenidas pero ya no en tanques sino en limusinas. Las corporaciones
son las nuevas naciones y el mundo entero ha sido tomado por ellas. No sería
raro que pronto se vendan los países -o mejor dicho, se privaticen- para poder pagar sus deudas y surjan así Cocacolanda,
Nabiscolombia, Applitalia, Libyahoo! Y como el terrorismo o los virus, el desconcierto nos paraliza, porque nadie
sabe dónde está el enemigo ni contra quién pelear.
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