Y anoche, en la casa de Vania, mientras Rocío me contaba el final de la obra una vez más, después de cantar e improvisar letras como un loco yendo del vals a la cumbia y de ahí al hip hop, terminé de retocar la letra de la última canción. La leímos de nuevo. La volví a cantar. Luego de aprobarla, de improviso, Rocío hizo una pausa y dijo sin poderlo creer:
-
Hemos
terminado la obra. Ya está cerrado el texto. Listo.
Y nos
quedamos todos en silencio. Y los ojos se le pusieron llorosos. Y entendimos sin
palabras que esa era la gloria de crear. Wenddy, Lucho, Vania. Rocío, yo. Sabe
Dios si amarán la puesta o si la odiarán. Confiamos en que sea un éxito, como
todos los teatristas, pero en ese momento no importaba. Estábamos sintiendo simplemente que
podíamos, que la maratón terminaba sin habernos muerto, que la vida es un montón
de eslabones que, como el de anoche, se cerraban para darnos más fuerza y más vida
cada vez. No aplaudimos –como cuando termina un rodaje- ni hicimos venia –como cuando
acaba una función- ni brindamos ni nada. Nos quedamos así, bebiendo nuestro
propio silencio embelesado. Ya no había más que decir, quizás. O mejor: ya no
había razón para seguir hablando. Vania me tomó las manos. Habló del arte como
acción terapéutica y recordé un musical que vi en Buenos Aires, donde alguien
decía el arte cura: cada vez que vemos
una forma de arte estamos viendo sanar y nos estamos curando también. En
silencio, sonreímos todos. Alguien dijo cualquier cosa. La burbuja se rompió y
volvimos a ser los de siempre, esos que cuentan chistes, llenan libretitas, se
graban en videos ridículos y trabajan hasta tarde por el mero gusto de ser. Era un placer estar allí y aportar las letras de las canciones y a la vez no ser nadie entre tantos famosos. Los miré consciente de lo que pasaba mientras Wenddy enviaba un correo y Rocío pelaba una mandarina. Me
despedí y al subir al auto, en un CD amoroso que me regaló Karina, sonó
una canción que se llama Qué bonita es
esta vida, o algo así. Y recordé la frase de Leónidas Barletta que alguna vez cito Eduardo Rovner: "lo más importante es la alegría de crear; lo demás son ínfulas".
La foto del ángel la tomé de esta web.
1 comentario:
Que sabio Barletta. No se si todo lo demás sean ínfulas...pero ciertamente que rico es crear, esta en nuestro ser, tan básico y nuestro como los instintos. Linda anécdota Cesar.
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