El se
acerca a la ventanilla de mi auto, a la salida de la oficina, y me pregunta si
lo puedo jalar.
Claro, le
digo, sube.
Es el
encargado de logística. Tenemos años trabajando juntos y nunca hemos conversado
más de un par de minutos.
Hablamos tonterías.
Generalidades. Qué loco
está el clima, digo yo. Qué rápido se ha pasado el mes de mayo, al toque ha
llegado junio, me dice él.
Yo le hablo
del frío. El me habla
del tráfico.Yo le digo
que tengo varias rutas y que puedo llevarlo por donde le convenga.El me dice
que le toma dos horas y media llegar a su casa en Nueva Esperanza, ¿conoce Nueva Esperanza?
Me explica
cómo llegar. Le hablo de cualquier cosa y él me vuelve a decir que mayo ha
pasado volando. Pienso en responderle eso
ya me lo dijiste pero él agrega con énfasis: ha sido terrible mayo para mí. Terrible.
Mi hermana querida falleció este mayo en un accidente.
Qué triste, le digo, agobiado por el dolor que de pronto
nos inunda a los dos dentro del carro.
Un
accidente en la carretera, dice, regresando a Huancavelica. Vino a Lima y al
volver…
Hace una
pausa y agrega, sin tono: Vino para mi santo. Mi cumpleaños es en mayo y vino y
justo regresando…
Hace otra pausa
y después me dice el nombre completo de su hermana, ¿salió en los periódicos, no vio?
Pienso que
debe sentirse culpable y antes de que lo diga –no se lo iba a decir- él agrega:
me he sentido culpable, señor, he tenido una pena así, inmensa, y he pensado que
ha sido todo por mi culpa.
No puede
ser, le digo, un accidente no es culpa de nadie, y si lo fuera sería del chofer,
de los que no mantienen las pistas, de…
Me callo.
El continúa: yo la había llamado para que venga a mi santo, no te veo hace tiempo, le dije, ven
para celebrar juntos y ella me contestó que iba a ver si podía, que no me
aseguraba. Y de pronto se apareció y me dijo cómo no voy a venir, hermanito, con
lo mucho que te quiero no iba a faltar pues, y después se regresó de golpe a
los dos días, se fue a la terminal de Yerbateros y ahí agarró su carro, una
station wagon. Me llama y me cuenta que ya está en camino y yo le digo avisa cuando llegues a Huancavelica. Y
bueno, así hasta que a la una de la mañana suena el teléfono y veo en mi
celular el nombre de ella y…
Yo había estado angustiado por las puras, señor, me
dijo, el cuerpo, el alma avisa, había estado preocupado sin razón, cuidando a
mis hijos, recomendando a mi esposa que no se arriesgue, así como nervioso sin
explicación, y cuando sonó el teléfono y vi su nombre y escuché que me hablaba
una voz de hombre pensé que había pasado algo feo, esto era, dije, y el hombre me preguntó si yo era pariente de---
ahí él me repitió el nombre de su hermana y ahora que escribo esto me doy
cuenta de que simplemente no lo recuerdo. Sí, les dije, soy su hermano. Bueno, llamamos para reportar que ha sufrido
un accidente y deben presentarse los familiares para evacuarla de inmediato.
Terrible fue.
No sabía que sentir, acá tan lejos y a medianoche. Llamé a toda la familia, a
mis hermanos en Huancavelica que estaban más cerca del pueblo donde fue el
accidente.
Llamé y llamé hasta que contestaron. Tener que decirles eso, señor... Bueno.
Fueron. Ya
la habían evacuado a Huancayo.
Viva la vio
mi hermano pero tenía fracturas en las piernas, en la espalda, y tres costillas
rotas. Una le perforó el pulmón y murió de taquicardia.
Llamé cada
hora hasta que a las once me dijo: se ha
ido nuestra hermana, se fue.
Mi esposa
se privó, yo no dije nada pero mi hijo sacó su maleta, dobló mi ropa y me
dijo anda papá, vete, anda.
Hace una
pausa. Yo sigo manejando tragándome el aire como alguien que boquea a punto de
ahogarse. No lloramos porque somos hombres y apenas nos conocemos, pero el aire
frío llora por nosotros.
Se salvó la
hijita, por suerte, me dice.
¿Viajaba
con su hijita? pregunto asombrado y me responde que sí, que tiene tres años, que
solo se quebró el huesito de la clavícula porque su madre la protegió con su cuerpo y que como es niña se va a reponer
todo lo que se rompió, pero el alma… el
alma se rompe también.
Sí, le
digo, solamente sí.
¿Y sabe qué
señor? Es como una cadena. A mi hermana la dejó mi mamá por negligencia médica,
de peritonitis se nos fue cuando mi hermanita tenía dos años y medio, y ahora le
pasa lo mismo a ella con su niña.
Silencio.
Mira
hacia la esquina y me dice naturalmente acá me bajo, gracias, gracias. No, le
digo, no hay de qué, y sigo manejando despacio y en silencio y llego a mi casa
y me siento a escribir esto deseando que su dolor se cure, que nadie se
accidente, que la vida se explique sola y sin desgracias.Porque escribir también es pedir imposibles.
Recuerdo muchos
detalles – que el auto rodó 150 metros, que el pasajero que se salvó subió a
pedir auxilio, que el pueblo del accidente se llama Huando, que el cumpleaños
de él fue el primero de mayo- pero, qué absurda es el alma cuando se rompe, no
puedo acordarme del nombre de su hermana. Solo puedo recordar su historia para despedirla con amor.
Dios la
cuide. Dios nos cuide a todos.
1 comentario:
Estupendo texto Cesar, te felicito, conmovedor, verdadero, humano. Me gusta que el narrador, tu, estés presente recibiendo el relato del hermano. Podías haberle inventado un nombre a la hermana, pero hubieras variado la historia, el nombre pertenece a la razón y el texto más bien a la emoción. Ce.
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