domingo, 29 de noviembre de 2009

Los astronautas vuelven



Yo tenìa nueve años cuando el Apolo 11 alunizó. Eduardo Adrianzén, con un par de años menos, recuerda el evento como todos los que éramos niños, en su obra El día de la luna, con una mezcla de terror, maravilla y cinismo. Todo era posible, desde los ovnis hasta la guerra nuclear. Desde la ouija hasta la luna.
Selene reaparece cuando en el teatro Los Grillos, a los 18 años y dirigido por Sara Joffré, me toca actuar en una obra de un autor francés que no recuerdo llamada La máquina del teatro, traducida por ella, de unos fascículos que llegaban con el sello de ASSITEJ. Y así ha vuelto mil veces más hasta que esta semana recibí una postal de mi amiga, mi queridísima Charo, desde Estados Unidos, con un astronauta en ella y una frase pidiéndome recordar esa obra.
Así se llamaba, Charo: La máquina del teatro. Y aunque no recuerdo el nombre del autor, recuerdo buena parte del libreto y te transcribo la bella canción que, versionada por Joffré, cantábamos como podíamos:

Los cosmonautas
nos quitaron la luna

y el viejo sueño
desapareció.

Por todo lo alto
se la halló

vacía

y nada más

que un desierto quedó.

Desierto helado
de polvo pesado

desierto gris
para tiempos inciertos

fuego y arena
para tiempos grises,

tiempo desierto para el porvenir.


A eso le sumo el interesantísimo libro de mi amigo y pupilo Giuseppe Albatrino, Caminando en la luna, y siento que la luna me llama. Te llamaré.

martes, 24 de noviembre de 2009

Sobre el olvido y la memoria



Los que quieren acabar con la memoria
no quieren hacernos bien: Tienen algo que esconder.
Quienes quieren llenarte de flores la cabeza
están tratando de ocultar sus muertos
enterrados allí mismo
en tu dolor
en tus retinas
en ese jardín secreto que es tu alma.
No cuides tus cosas, cuida tu memoria.
No cuides las formas, cuida tu memoria.
No dejes que el olvido lo administren los demás
como una droga.
Esos cadáveres que siguen protestando
sólo pueden cantar con la voz de tu recuerdo.
Ese pueblo envenenado de mercurio,
esa madre abaleada con sus hijos,
ese pulmón, esas ratas, esos ríos:
No dejes que el olvido los entierre.
No abras la boca, niña, porque ese remedio mata.
La memoria es una piedra gigante y poderosa que rueda
sobre los hombres. Algunos
le tienen miedo. Usan traje. Van al teatro.
Esos quieren
que el olvido
te coma los ojos.


Estoy escribiendo una obra para Gabriela Billotti. La estreno en el 2010 y avanzo textos sueltos que ojalá sepa integrar. Muy pronto... Mi nombre es Gabriela Billotti.
El cuadro es de Salvador Dalí, La persistencia de la memoria.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El Club del Odio


No éramos un grupo de amigos: teníamos El club del odio.
Odiábamos a nuestros padres, odiábamos a la vida, nos odiábamos a nosotros mismos. Nuestro único vínculo era querernos mutuamente sólo si permanecíamos juntos, juntos para odiar a quien se nos cruzara. Odiábamos también nuestros empleos, nuestra alegría, nuestros momentos de calma, nuestros cuerpos. Amábamos las dietas, las tareas incumplibles, la envidia, el dolor, la incomodidad. El odio nos movía a ser los mejores, los más bellos y destacados. Nuestras conversaciones no buscaban hacer sentir bien a nadie: hablábamos de inconvenientes, de malestares, del tiempo perdido, de la gente despreciable que nos habíamos encontrado desde la última vez que nos reunimos.
Teníamos muchas normas no dichas. Una era la obligación de no enamorarnos, o de vivir mal el amor, o de conseguir parejas inadmisibles, impresentables, dignas de desprecio o indiferencia. La otra era buscar amigos -fuera del círculo- que estén igualmente intoxicados de rencor, amantes del fracaso o víctimas de sí mismos. Con ellos no había competencia, se parecían a nosotros, pero existía la imposición de no traerlos nunca para poder odiarlos también y para que nos odien por mantenerlos al margen de nuestro grupo, tan atractivo y ameno.
De vez en cuando nos quedábamos sin temas pero, antes de que eso sucediese, al intuirlo, uno de nosotros, hombre o mujer, salía a buscar a alguien feliz. Lo enamoraba, le hacía enfrentar mil pruebas y si no las pasaba era abandonado entre lágrimas y gritos, para traer todo ese odio como alimento y devorarlo en nuestro siguiente encuentro. Pero si la víctima pasaba las pruebas nos reuníamos para aconsejar al nuestro, para que procediese a sabotear la relación con mentiras, con maltrato, con pruebas absurdas e irrealizables. Era una forma de felicidad rara y fascinante pero muy integradora. Las personas alrededor de nosotros que vivían y amaban sin odiar, en cambio, progresaban menos en sus empleos, se casaban con gente anodina, se volvían feas y gordas. A nosotros la combustión del odio nos secaba y acercaba a la perfección.
Pasó el tiempo y el grupo se fue llenando de suicidas, de psicópatas, de delincuentes y corruptos. Nosotros no veíamos nada malo en él e insistíamos en reunirnos hasta que un día no pudimos juntarnos más. Alguno del grupo se enamoró, empezamos a despreciar su mediocridad y aprendimos así a odiarnos entre nosotros. Ahora hablamos mal de esos ex-amigos y, conocedores de sus historias terribles, las derramamos por salas y cafés con falso tono de compasión. Una compasión negra y dulce como el café, como nuestras almas, como el mismo Odio que maneja nuestros labios.

jueves, 29 de octubre de 2009

El río del adiós

El es duende.
Ella es hada.
El es viejo y gruñón.
Ella es brillante y alegre.
Se quieren. Viven juntos. No comparten un hongo sino una gran pluma caída.
De repente, un día, los campos se secaron, las flores desaparecieron y los árboles rectos doblaron sus espaldas, como vencidos por el peso del cielo.
El duende se volvió más gruñón y se culpó de tantas desgracias.
El hada temía llorar, para no agregar al vaso de la desdicha una gota más.
Siempre se habían mirado a los ojos. Ahora él miraba más allá, hacia una línea en el horizonte, a través de ella, de los árboles, de la noche. Miraba incluso el alto risco a donde nunca la dejaba subir, por miedo a un accidente.
El dormía con las manos apretadas, intentando soñar con alguna solución. Ella dormía contando las estrellas, esperando que las vueltas del cielo lo resuelvan todo.
De repente, un día, él comprendió.
Decidió no mirarla más a los ojos. Miró su cuerpo de hada por primera vez, como quien otea un horizonte desconocido. Miró los pies de ambos: los de él, ahora, tenían raíces. A los de ella les estaban creciendo alas.
La llevó al borde del risco, donde siempre temió verla. Esperó que el viento se alegre y le soltó las manos. Ella voló y se alejó, llevada por la brisa de una nueva fortuna.
El duende gruñón se sintió feliz y, por eso, dejó escapar una lágrima.
El hada feliz se sintió triste y, por eso, dejó escapar una lágrima.
Las dos gotas formaron un río. El río salvó los campos. El verde trepó los montes. Los árboles se enderezaron, las flores renacieron y los frutos volvieron a ser dulces.
Ella ahora es mariposa y baja a ver que las flores y los frutos estén sanos. El es árbol. Vigila. Da sombra. Y cuando ve acercarse a la mariposa, baila. Aunque dice: yo no bailo, simplemente me dejo mecer por el viento.

lunes, 26 de octubre de 2009

Hombre trabajando


El fin de semana terminé de adaptar Cascanueces, de Hoffmann, a teatro para niños, aunque manteniendo algo de ese toque macabro que el autor cultivaba. Me la pidió Jorge Villanueva, quien me prestó un par de libros antiguos, bonitos, sugestivos. Va la canción final:

Voy a regalarte un sueño

un sueño de navidad

envuelto en estrellas rojas

al pie del árbol está

al pie del árbol del tiempo

sueña siempre y pide más

sueña siempre y pide al cielo

un camino de cristal

y si avanzas mientras pides

tu sueño se cumplirá

al pie del árbol del tiempo

sueña siempre y pide más

Sueña el amor, sueña un mundo

hecho de luz y de paz

si sueñas al pie del árbol

tu sueño se cumplirá.

al pie del árbol del tiempo

sueña siempre y pide más.




Ilustración de Roberto Innocenti.

sábado, 24 de octubre de 2009

Para atravesar una noche invisible

El miedo es el enemigo de los viajes
de los puentes / de los primeros besos
Pesa en los zapatos
Pesa en las lágrimas en los relojes
Nos hace huir de quien nos necesita
como de los fantasmas (seré siempre un ejemplo).
Es un rayo que baja cuadro a cuadro
y su mayor triunfo
es el vacío de las almas.
Pero el miedo
tiene miedos
teme que lo identifiques
que le encuentres la raíz / el epicentro
que te tapes los oídos
o descubras que su tumba es el olvido.

Aprende a cruzar la noche
sin temor / fosforescente
sonrisa / brazos en cruz
ni gatos negros ni violadores
partirán en dos tu santo camino en llamas.
El miedo es
un mar negro
camina sobre él
tú misma eres el cayo de coral iridiscente
te vemos desde el cielo /un punto que titila
tú nos llamarás futuro
te llamaremos
confianza.

jueves, 15 de octubre de 2009

Perfiles: la Drama queen


Les dicen Drama queens. Hacen escándalos por todo. Si cometes un error no te dirá: "no hagas eso de nuevo", te gritará ERES UN DESCONSIDERADO Y NO SE COMO TE AGUANTO TANTAS IDIOTECES. Drama queen no busca la solución, busca el conflicto. Es incendiaria, es hiperexpresiva, es manipuladora y continuamente está ofendida o cree que debería estarlo: siempre le están robando, la están acusando, la ofenden, la molestan. Genera silencios insoportables y tensiones que podrían matar a cualquiera de una embolia. Puedes disfrutar con ella una fiesta maravillosa y al día siguiente sufrir un ataque-de-gritos porque no le dijiste en los primeros cinco minutos lo linda que estaba. Le puedes regalar la luna y torcerá los labios en una mueca porque se la bajaste fría.

La Drama queen no está molesta: está molesta contigo. Por eso puede reírse con todos alrededor pero lanzar hacia ti, de soslayo, una mirada de hielo que significa húndete en la tierra y no me hables más. Para la Drama queen el desprecio y el maltrato son licencias que puede darse porque soy mujer o porque soy así o por lo que sea, y sabe muy bien que eso que hace es maltrato... porque no se lo aplica jamás a nadie más que a ti. Y es que ella cree que si tú eres el novio o el amigo que debe aguantar sus reacciones, el afortunado eres tú por tenerla cerca y no ella por tener quien la soporte. No está hecha para ti sino para sinvergüenzas que la desprecien como ella quisiera. Porque la gritaron mucho de chica y eso le hace creer que el castigo y la amenaza son el Esperanto de las relaciones.
La Drama queen transforma al hombre, lo vuelve cariñoso y atento y además, obediente, meloso, silencioso, paciente. Con suerte lo encontró así. No importa si se empareja con chihuahua, dálmata, rottweiler o labrador, al final los vuelve a todos San Bernardos. Luego, si no logran soportar el esfuerzo emocional, los espanta o los mata de tedio. Si no eres obediente y sumiso te aplastará lentamente: Su corazón es enemigo de tu hígado y no parará hasta destruirlo.
Tiene una grabadora para el mal humor: si se acostó enojada o dejas de verla luego de una discusión, al día siguiente -o al año siguiente- como el DVD que vuelve al punto donde dejaste la película, ella retomará su odio y su mal humor. (Lo sentimos: la grabadora no retiene los buenos momentos).
Poco a poco, Drama queen espanta a todos. Sólo consigue amigas parecidas a ella, para hablar mal de tooooda esa gente malvada y desconsiderada que comete errores imperdonables -no llamó a la hora, no avisó de algún cambio simple, habló con alguien a quien NO DEBIO hablar- lo que hace que se rodee de personas débiles, castradas del alma o igualmente escandalosas. O quizás de algún zorro que finge paciencia para llevársela por una noche y luego salir corriendo mientras Drama queen le arroja cosas, profundamente herida y pensando en cuán mal hablará de él con su público, sus Drama queen servants. Si consigue alguien bueno no reconocerá la propuesta de paz que le ofrecen para la vida y lo tomará como indiferencia, a ti mis problemas no te importan, tú eres frío y no sientes como yo, lo que pasa es que no me quieres. Las Drama queen no nacen: se hacen. Pero nunca se deshacen. Sólo te queda decirte: esto es lo que oiré toda la vida, y agradecer a Dios el regalo y recibirlo (eso sí, bien calladito) o correr, Forrest, correr por tu vida que allí viene la Drama queen con las manos llenas de cuchillos. Si te bota, escapa sin discutir. Si empaca, déjala irse y como la mujer de Lot, no mires atrás o te quedarás allí para siempre, salado, saladísimo.
 

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dora es la libertad


No sé si publiqué este texto, que escribí para el programa de mano de la puesta de Las neurosis sexuales de nuestros padres, de Lukas Bärfuss. Lo comparto con quienes no la vieron. Wendy Vásquez estuvo inolvidable.


Cómo hablar de nosotros, hablarte de Dora y no decirte nada de la obra

Dora es la libertad. Dora es el deseo.
Está llena de rabia.
La fuerzan a cambiar.
Luego la liberan, como a Segismundo. Y una vez libre Dora hace lo mismo que Segismundo, lo mismo que nosotros, lo que en todos es posible menos en ella.
Mal, Dora, muy mal.
Tu libertad nos horroriza, como los espejos que nos condenan a repetirnos.
Tu vehemencia sin dueño se parece demasiado a nuestras pasiones y nuestras manías.
Tu locura nos deja mal porque es demasiado inteligente, retadora, inquisidora.
Dora es joven y por eso se cree capaz de hacerlo todo.
Dora es joven y por eso nos creemos capaces de hacerle todo.
Para parecer más sanos y maduros que ella.
Mal, nosotros, mal.
Dora es el amor. Ese amor universal que lo enciende en llamas todo.
Dora es la libertad y sólo se parece a la locura.
Dora es el deseo. Y al deseo nadie lo detiene.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El periódico: lectura esquizoide


Tengo que quitarme la costumbre de interesarme en todo. Hacer foco en una idea y no crear mil nuevas hasta que la primera florezca.
No tener mente de chef de restaurante famoso que cocina cien cosas a la vez. Pero leo El Comercio del domingo y enloquezco.
Qué baratas las memorias USB de 8 y 16 GB. Qué interesante la vida de Matthew Lukwiya, el médico jefe del Hospital Saint Mary de Uganda que combatió el ébola hasta morir contagiado. Qué maravilla las rosas que pinta Carmen Reátegui, al menos vistas en foto: habría que ver sus cuadros. Sillón de cuero: 583-1032. O un mueble de un ex trabajador de Canziani: 331-2341.
Boliviamar, espacio abandonado en Ilo ¿anuncia una guerra en Latinoamérica? ¿O lo hace la computadora del líder de las FARC?
Las máquinas de Edipesa. Mi posible libro infantil ilustrado. Los auriculares con bluetooth Motorola. Ejercicios. Una cerveza. Carne de avestruz. Demonios. Todo me importa.
La muestra en la Casa Wiese -Carabaya y Miró Quesada– y los 20 blogs más populares, y la historia del corsario Joris Spilbergen o Spitberg (1568-1620) o la foto de Camilo Sesto que se parece cada día más a Carlos Carlín, o viceversa. O la estatua de Mafalda en San Telmo o el cuadro de Santa Rosa de Francisco Laso. La historia de la hacienda San Agustín –cerca del Callao- contada por Elizabeth Lino Cornejo, The very best of El Alma de Lila Downs, canopy en Santa Teresa, Cusco... Rius en Lima, Proyecto Empleadas en El Galpón y los japoneses, siempre los japoneses, como Augusto Kague -dueño del restaurante Ah gusto del Callao- contando cómo en 1942 apresaron a su padre, lo llevaron con otros a Piura y luego lo despacharon a un campo de concentración en Estados Unidos. Y el Sudoku, y el crucigrama, y Felipe frente a Mafalda, como yo, incapaz de concentrarme.

viernes, 28 de agosto de 2009

Seis días de setiembre



El pasarme la vida en una oficina me ha entrenado para generar ideas que ayuden no sólo a hacer publicidad sino también a crear espectáculos o textos teatrales. Eso me ha permitido ser invitado a colaborar anónimamente con autores o directores poniendo y quitando cosas, generalmente sutilezas como textos de enlace, propuestas estructurales, parlamentos adicionales o títulos de montajes. Pero así como aporto ideas a pedido se me quedan otras en el tintero, ideas que recuerdo con cariño y que me provoca contar. Sé que no las necesitan nuestros directores más creativos –Alberto Isola, Guillermo Castrillón y Ricardo Morán, sin dudas- pero sé también que la imaginación ayuda a todos y que oír ideas dispara más ideas, así que acá van algunas que algún día realizaré.

Seis días de septiembre: Alguna vez le sugerí a una joven actriz que me contaba sus penas que las ordenara en seis monólogos unidos por el mismo personaje y por el hecho de que ocurrieran todas en septiembre. El día que su padre la abandonó, su primer encuentro sexual, sus rupturas más importantes, su decisión de morir, etc. ¿Llegará a hacer algo con eso? La idea es buena: armar una serie de escenas de alto impacto emotivo unidas por un tema sutil y a la vez polémico, personal, potente.

El año en que naciste: ¿Qué tal un recital de música romántica donde el público anote en un papelito, al entrar, el año en que nació? La cantante saca al azar un año y canta una canción de, por ejemplo, 1980. Habría que tener repertorio amplio y buena memoria, además de predefinir las canciones que abarquen varios años. ¿A quién no le gustaría que su año motive una interpretación? Si naciste en 1971, por ejemplo, podrían cantarte el tema de Melody. O si naciste en 1960 te dirían: cuando naciste no pensabas en canciones de amor, pero a los 11 años seguro te enamoraste con este tema… Y también te tocarían Melody. Y así, con cada año se lanzaría una canción, una idea, un buen recuerdo.

Clásicos para dos: Me reuní con Alonso Alegría para conversar y le conté entre otras cosas mi intención de adaptar Fuente Ovejuna para sólo una actriz y un actor, y que ese impulso me lleve a adaptar grandes clásicos para solamente una pareja de intérpretes. Le gustó la idea (“¿qué par de actores no querrían hacer, por ejemplo, don Juan Tenorio?”) y ya estábamos por darle forma cuando mi agenda y mis errores nos distanciaron. Pero la idea sigue allí: habría que buscar con quién plasmarla.

En fin. Mi intención no es llenarlos de ideas o mostrarlas como quien presume de algo sino generar ideas nuevas, las ganas de crear, la búsqueda de un doblez inesperado, un ángulo diferente, un enfoque renovador. Ganas de crear y luego, de llevar a escena lo pensado y concretar los sueños. Y ganas también de que pasen cosas, porque a la vida hay que jalarla pero también -de vez en cuando- hay que meterle un buen empujón.

sábado, 22 de agosto de 2009

Anotando

Un día salí a robar, o a aprender, o a aprehender.
Y anoté:
De Kike el entusiasmo que empuja todo adelante.
De Juanca la seriedad, de Lucho la desconfianza, de Lali la frescura, de Rocío el orden, de mi Negra su capacidad de ser tan amorosa, de Marco su persistencia. De Renzo la terquedad. De Tay el silencio. De Gabriel el buen gusto. De Mía la capacidad de mirar más allá, de Alicia la preocupación por los sentimientos, de Mafe las ganas de divertirse, de Camila la dedicación.
De todos algo. De todos.

En una noche vacía

Alguien con quien caminar en buzo, de noche, hasta el Starbucks, para quedarnos conversando hasta que amanezca. Alguien que se duerma viendo conmigo una película y no despierte asustada por volver a su casa. Alguien con una familia que acepte a este bicho raro o alguien a quien no le importe si su familia lo acepta o no. Alguien que cierre conmigo las puertas, los cajones y los proyectos. Alguien que en silencio, al otro lado del escritorio, se siente a crear al tiempo que lo hago yo. Alguien con más ganas de hacer nido que de volar. Alguien que no sea una cometa arrastrada por el viento de la desesperación y que crea en un futuro que no sea sólo su futuro. Alguien que acompañe sin poseer y que crezca sin apretar. Alguien que ame sin mentir y reciba sin robar. Alguien que no eres tú pero sí eres tú.

jueves, 20 de agosto de 2009

Así son las cosas.

Lo impulso a divorciarse porque lo quiero y luego lo abandono porque me conviene.
Regreso a su lado -porque lo quiero- pero me voy con otro... porque me conviene.
Me iría a vivir con él porque lo quiero. Me voy a vivir sola porque me conviene.
Acepto que me llame tonta (porque lo quiero) aunque lo engañe mucho (porque me conviene).
Se fue a vivir con otra y me dio pena, porque lo quiero.
Hoy digo que lo amo y hasta llamo a saludarlo, pero no sé por qué hago eso.

lunes, 3 de agosto de 2009

Sucios miedos II



Miedo a entregarse
No eres ni serás propiedad de nadie. Pero alguna gente, desde que la miras a los ojos por primera vez, se vuelve tu dueña. No puedes admitirlo pero te poseen. Pasa de golpe con alguien, en una esquina. Te mira. Se miran. Y entonces tus candados caen, las murallas interiores se derriban y tus elásticos se vencen. Lo sientes en la piel: esa mirada -como las trompetas en Jericó- ha franqueado tu alma hasta el tuétano y sólo te queda entregarte. Y a veces crees -quieres creer- que dándole el cuerpo a quien te captura así te librarás de ese compromiso mágico. Falso. No es posible: sigues siendo suya. Tras el placer de tu cuerpo vencido viene el del alma sometida a gusto, el de saber que te llevan en un relicario, al cuello. Como azúcar debajo de la lengua se derrite ligera en tu boca cierta noción de realización, pero eres veloz como los ejércitos de hormigas y vuelves a construir obstáculos, fosos, trampas, lo que haga falta para que entregarte sea imposible. Porque tras esa derrota sutil oyes latir, como un tambor, la felicidad. Y el que se entrega es feliz, pero tú no quieres cerrar los ojos ni caer de espaldas en brazos de tu dios, aparecido y vibrante mientras mantiene la mirada sobre ti. Tomas lo peor del mundo -barro, bazofia, excremento- y lo untas en tu cuerpo. Quien te posee te lame y te limpia sin vergüenza. Entonces, mientras está arrodillado venerando tus pies, le quiebras la cabeza con una piedra. Eres libre, pero algo hace que llores. y por más que llores, sigues sucia. Y tiemblas esperando la siguiente mirada. Sabiendo, aterrada de ti misma, que nunca dejarás de ser adorada y poseída y, por lo tanto, nunca dejarás de matar.
 
Miedo a pertenecer
Yo no soy de aquí, le dices a tus amigos, yo debí vivir en otra época, en otro lugar, debería largarme a Buenos Aires, a Barcelona, a Boston... Lo dices con la esperanza de que alguien te conteste: sí, eres de aquí y aquí vales mucho, aquí deberías quedarte y florecer, aquí es donde amas y eres amada. Pero no. Nadie te lo dice. Te desean buen viaje, te dejan escapar y tu alma siente, como si una copa se rompiera sin tocarla, que no vales nada. Porque es verdad: no vales nada. Eres una más de esas millones de personas cuya existencia podría ser obviada por la vida, y eso te desespera. Cometes entonces el mayor error: dejar de pertenecer solamente para demostrarte que sí, que pertenecías. Te vas. Quemas tus naves. Vuelas los puentes luego de cruzarlos y luego, desde lejos, descubres que abandonaste el molde de tu cuerpo en una cama, en la arena de una playa, en la larga cabellera de alguien que te abrazó. Vuelves trayendo regalos y mostrando lo poco que obtuviste fuera: un vestido de flores, un reloj de pulsera, una foto. Regresas y sientes que pagas una deuda, no sabes a quién ni por qué. Todos te saludan, te reciben, vales algo hasta que el tiempo se encarga de mimetizarte con el lugar al que regresaste. Vuelves a darte cuenta de que tu valor es cero. Vas a una adivina y ella te lee el futuro, te dice que serás famosa, o que tendrás hijos, o que alguien te amará para siempre, y tomas eso como gran consuelo. Pero esa misma noche olvidas lo que te dijo y el techo sobre tu cama se hace infinitamente alto. Y vuelves a valer nada. Y dices una vez más tendría que irme aunque sea un tiempo con la esperanza de que alguien te detenga. Tenlo claro para siempre: nadie lo hará. Tú misma has borrado tus huellas. De tanto repetirte que no vales nada, nos has convencido. Vete y vuelve para seguir soñando que de nuevo te largas. Porque te has arrancado de aquí. Porque nunca pertenecerás, y eso da mucho miedo. Tanto que te resultará más grato soñar con tu entierro, con cuánta gente viene a despedirte, con lo cierto que era su amor. Te entierran con el vestido de flores, lo ves como si estuvieras ahí. Y mientras te pones el reloj plateado -para salir a trabajar- cuentas las venas que sobresalen de tu muñeca.
 
Miedo a soñar
Soñaba demasiado y eso le daba miedo, tanto que los sueños no terminaban nunca. Porque el miedo es el enemigo de los sueños: los mata estirándolos, por cansancio, haciéndolos densos y largos. Los convierte en eso que todos tenemos: planes. Pero un sueño es algo más grande, y si un plan es una estrella, un sueño es una constelación. Por eso el miedo los odia, porque crean seres en el aire. Si el miedo ataca tus sueños te hará creer que te apoya pero en verdad querrá que nunca despiertes, que sigas soñando y te quedes inmóvil. Para detenerte se disfrazará de otros miedos: a la altura, al azúcar, a la estabilidad, al orden. Al fin y al cabo, así también te vence: todo miedo es miedo a soñar.
Más miedos, tengo como 30. Pero hasta acá nomás, los primeros están dos entradas más abajo y hace mucho sueño para poner el link...

jueves, 30 de julio de 2009

Santiago


ENVÍO


San Santiago del Cuzco,

muy caballero,

en su caballo blanco

baja del cielo.

Las espuelas de plata,

dorado el pelo,

claros ojos redondos,

negro el acero.


De la sombra le miran

los que murieron.

San Santiago del Cuzco,

muy caballero,

pisa tierra peruana,

no quieren verlo;

a su España se vuelve,

no quieren verlo;

por el mundo camina,

no quieren verlo.


San Santiago del Cuzco,

muy caballero,

a su cielo regresa,

con torvo ceño.

No quieren verlo.




Un poema del excelente Washington Delgado, a propósito de Santiago, el Matamoros, al que vi en Yuyachkani (lean mi nota) y me lo encontré de nuevo en una bella exposición en el Centro Cultural de la Universidad Católica. Hay que ir.

miércoles, 29 de julio de 2009

El beso



El tenia 18 recién cumplidos. Ella tenía 27 pasados. El estaba tranquilo, casi asustado. Ella, desde el otro lado de la barra -y de la vida- lo miraba fijamente a través de su vaso de whisky. Esa boca, se dijo, él es un niño pero esa boca no es de niño. Esa boca es de dios.
Se le pegó con alguna excusa. Le habló de cualquier cosa. Luego se le acercó mucho más, le puso el índice en la barbilla y le dijo: ¿qué tienes ahí, en el labio? El no pudo responder. Ella, más cerca, agregó: una costrita, un puntito, de repente es un... y juguetona, lo besó. Fue un beso breve pero de roce intenso, con calor, con entrega, con intercambio de muchas cosas.
¿Un puntito? -dijo él cuando ella lo soltó, sin respetar el silencio de los buenos besos- Debe ser herpes. Me contagió mi prima cuando teníamos 14.

lunes, 27 de julio de 2009

Sucios miedos I


Escribí mucho alguna vez acerca de los miedos, de los lastres, de las mutaciones tristes que deforman a la gente, y de esos textos -que eran más de 20- he encontrado algunos. Los comparto como base para algo que alguna vez escribiré.



Miedo a la oscuridad
¿Le temes a la oscuridad? Entonces eres sabia como una niña, porque le temes al lado oscuro de la vida y de la gente. Le temes a esos que parecen tener la luz encendida pero andan mintiendo y destruyendo a otros con el pretexto de repartir sonrisas brillantes y abrazos de amor. Tú los ves y corres, y como eres una niña que aún no habla, sólo puedes abrazarte a la pierna de quienes sí te aman. Los ves pasar sonriendo y deseándote buenas vibras y te das cuenta de que son un pozo de dolor y castigo, los ves haciéndose daño a solas y luego, deseosos de más, salir a destruir gente fresca, a comerse la alegría de otros, a partirlos por dentro. Donde los oscuros se abrazan con falso cariño tú ves monstruos que se despedazan unos a otros. Cuando un oscuro captura a un limpio los perros ladran y todos los niños suspiran con tristeza. No temas, niña. Aprende y perdona. Tú también serás aunque sea un poquito oscura, y eso te dará fuerzas para librarte de los demonios que sonríen. Atraviesa la noche y no tiembles. Si brillas más, se espantan. Buscarán otros monstruos. No vendrán por ti.


Miedo a los espejos
De repente sientes pánico, vacío, dolor inconmensurable. Has visto con terror que algo macabro se te apareció al lado, que pasó casi invisible. Te volteas de golpe, sudando frío, para sorprenderlo, y descubres un muro de vidrio y azogue. Y en él, encerrada, tu imagen.
Si le temes a los espejos es porque percibes algo en ti que los demás no ven: Ves a La Muerte que se ha apoderado de tu alma. Porque los humanos nos amamos, y sólo La Muerte aborrece su imagen, odia que tu esqueleto al emerger traicione su escondite, detesta que detrás de tu mirada aparezca la suya, devoradora y triste, porque confunde su mirada con la de alguien más poderoso y teme que la pueden matar. De eso sufren los vampiros, títeres de La Malvada. Si le temes a los espejos, exorcízate. O acabarás chupándole la alegría a los demás con un deseo de conflicto y podredumbre que ni tú mismo podrás entender. Es simple: libérate del deseo de tenerlo todo, vivirlo todo, exprimirlo todo, conocerlo todo. No se trata de no querer vivir, se trata de recibir lo que venga y no forzar al mundo a entregar sus bienes, como si tu deseo lo asaltara. Ese deseo tan poco sabio es diabólico e inhumano: es el deseo de La Muerte de cubrirlo todo con su sombra. Si no puedes renunciar a él, renuncia a ti misma y mátate. Estarás matando a La Muerte. O al menos le darás un susto inmenso al verse descubierta y vencida por sus propias armas.

Una última recomendación: de ser posible, mátate frente a un espejo.


Miedo a no volar
Todas las demás volaban. Ella no. Eran más jóvenes y más afortunadas, y volaban hacia cielos que ella no conocía. Cuando se los describían sonreía con falsa condescendencia pero por dentro el odio de estar atada al piso la enloquecía. Tenía miedo de no lograrlo nunca.
Para sentirse elevada decidió fingir un día que ayudaba a los demás rastreros, a quienes tampoco podían elevarse. Los encontraba desesperados en los precipicios, con la mirada clavada en el horizonte. Los tomaba de un ala y los arrojaba al vacío. Les decía palabras sabias que había oído de sus amigas -las que sí volaban- y les recomendaba no temer, quizás porque sabía que era su miedo el que la había lastrado para siempre. Mató así a muchos que pudieron haber volado si no la hubieran hallado antes. Buscó luego a otras rastreras para mirar juntas desde abajo, con horror e hipocresía, a esas que cubrían el cielo con sus alas. Las odiaban porque no podían. Sus alas eran muñones, sus músculos eran blandos y sus cuerpos, estériles. Su diversión era remedar el vuelo y alabar unas a otras los movimientos de sus articulaciones sin gracia. Después, melancólicas, se sentaban a mirar el mar y guardaban silencio pues sabían que cualquiera, en cualquier momento, si se atrevía a hablar, develaría su mayor temor: el de asumir que nunca nacieron para el cielo. Que fueron creadas para la envidia, para el fracaso, para la tierra. Y ese miedo a conocer los propios miedos es el más paralizante de los terrores. Así, congeladas por su mediocridad, alabándose mutuamente, amándose sin procrear, se reúnen todavía ante un precipicio, frente a un fuego frío. Y ríen, o fingen reír.



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Continuará.

viernes, 17 de julio de 2009

Cuida el momento



Mi ritmo de vida –o peor, el ritmo al que va mi cabeza- me hace olvidarme de todo y al mismo tiempo, desear con intensidad que los momentos tengan algo que los haga recordables. Le corro a esos días sosos en que no pasó nada y en cambio busco que todo tenga un tag, una etiqueta pequeña que me recuerde ese fue el viaje a España donde conocí a su padre, esa fue el día en que llevé helados a su casa y se derritieron en una bolsa y hasta estúpidamente esa fue la reunión donde entendí lo que es una tabla normalizada.
Trato de hacer valer los momentos románticos, los familiares y también los laborales porque quiero valorar lo que vivo y le temo al tiempo que corre en blanco, vacío, estéril. Me ha gustado siempre fabricar momentos especiales, agregarles un chiste, una frase, una imagen que los haga agradables ante todos y recordables para mí.
Por eso mismo me duele mucho cuando la gente se vuelve rompemomentos. La madre que arma un pleito justo en el cumpleaños de su hijo, la novia que se queda callada durante toda la cita o el tío que se pone a gritar en plena navidad. Creo que debemos educarnos para no asumir ese rol, el del tonto que arruina los momentos por impaciente, por no medir sus palabras ni sus reacciones, por creer que lo que yo siento es más importante que lo que nosotros sentimos.
Recuerdo instantes arruinados sin querer –aunque duelen igual-, errores salvajes de gente culta que echan a perder un día inolvidable y también a pequeñas alimañas especializadas en este tipo de sabotaje, que se arruinaban a sí mismas desde sus propios viajes de placer hasta sus reencuentros amorosos, además de la navidad y el día del padre, y más aún, por amor al dolor y sin importarles el daño que causaban.
Creo que al ser humano egotecnológico del siglo XXI le cuesta entender la noción de nosotros, le resulta imposible vivir en plural porque prioriza su primera persona del singular. Le importa más tirar su mal genio aunque se arruine el almuerzo, como si su alma tuviera la urgencia de defecar en medio del mejor momento grupal. Creo que así la libertad la usamos simplemente para desfogarnos y no para construir: si me gusta esto, lo digo y que revienten los demás y que se funda el viaje feliz. Si a los viejos nos educaron para defendernos, para reclamar lo nuestro y para pelearlo todo, quizás nos hemos excedido al pasarles esto a los más chicos y hemos criado una generación de peleo por todo, no considero a los demás y no me importa nadie más que yo. Puede que esa actitud sirva para los tiempos que vienen, pero si no sabemos administrarla, nos va a reventar las pocas pompas de jabón que constituyen la vida. Puede que simplemente me toque volverme más duro, curtirme y sentir: ok, arruina mi momento y espera que pronto me tocará fastidiarte a ti.

miércoles, 8 de julio de 2009

¿Será tuyo, Jorge Luis?


Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.

Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

Acá está la historia, bien contada. La colgó Carlos Ianni en su facebook.

lunes, 6 de julio de 2009

Vivo en el limbo

Qué linda canción y qué a tiempo ha llegado.