domingo, 24 de enero de 2010

Pare de pensar

Qué condena es pensar, nada más pensar, abres el diario y ves lo del terremoto en Puerto Príncipe y piensas en los 70 mil muertos y se supone que todos aplastados pero de inmediato piensas en 70 mil formas diferentes de morir, miles aplastados, miles ensartados, miles asfixiados, ahogados, quemados, infartados, y de cada grupo piensas mil variantes, por ejemplo de los aplastados. Aplastado por la mitad del cuerpo atrapado por ese edificio del cual casi te salvas, aplastado por la pared llena de fotos de ese nieto que viene mañana de visita, aplastados por el techo que acabamos de pintar, aplastado por la pared del colegio donde yo, parado, esperaba que salieras para regalarte una flor dibujada en un naipe, aplastado por darte la vuelta para jalar a tu hermano al que acabaste aplastando tú, aplastado de arriba, de lado, de abajo, dormido, bañándote, bailando, riéndote mientras dices es un temblor nada más mamá, no corras abuela, ya va a pasar, aplastado por los que corren en una escalera de la universidad que tal vez no se derrumbó pero igual moriste, qué horrible es pensar y en ese momento seguir pensando, ojalá se salve, corre abuela no me hagas caso, este pie sobre mí es la chica que amo, que todo se pierda menos este dibujo, terrible pensar, terrible seguir pensando en ese momento pero más horrible que pensar -porque de eso estamos hechos- más horrible la muerte con sus muros, sus escaleras y sus pisos sin fin.

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